martes, 25 de octubre de 2022

ANGELA LANSBURY: LA DAMA DE PICAS

 

Con un estilo que oscilaba entre el sano desenfado y la abyección más corrompida, Angela Lansbury fue una figura de prestigio dentro del ámbito cinematográfico aunque no fuera en primera línea. Su tirón en las tablas, interpretando los más diversos papeles, fue fruto de su enorme versatilidad. Capaz de bailar con elegancia, de cantar con su inconfundible acento inglés y paseando estilo de señora de café y tostada, fue una actriz que, si bien no ocupó nunca el trono de reina, sí que fue una de las más destacadas damas de picas de la corte.

Su debut no podía ser más prometedor. Nancy, la criada algo analfabeta que se gana los cariños de su señor como venganza hacia la clase alta representada por Ingrid Bergman en Luz que agoniza ya hacía presentir no sólo que podía ser una malvada de altura, sino que también sería una maestra en el arte de la sugerencia. Fue un extraordinario comienzo coronado con una nominación a la mejor actriz secundaria que revalidó con otra película en la que cambiaba de registro, pero en el que también sugería tanta ingenuidad como atracción por lo siniestro en El retrato de Dorian Gray, de Albert Lewin.

Con esas dos perlas en su filmografía, Angela Lansbury no necesitaba desarrollar una carrera cinematográfica brillante para mantener su posición privilegiada en Hollywood. Sin embargo, aún no tuvo ningún reparo en encarnar a Kay Thorndyke, la sutil manipuladora política que trata de hacer de Spencer Tracy un político corrupto a la vez que siembra discordia en su matrimonio con Katharine Hepburn en la estupenda fábula del poder que es El estado de la unión, de Frank Capra, toda un retrato de la conciencia en una clase dirigente que destaca por la ausencia de ella. Sus maneras, siempre elegantes y medidas, le proporcionaron el papel de la Reina Ana en la adaptación de George Sidney en Los tres mosqueteros, con Gene Kelly en la piel de D´Artagnan, y no dejó de enfundarse túnicas y velos para deambular por los ambientes bíblicos de Cecil B. de Mille en Sansón y Dalila.

Los años cincuenta fueron una década de enorme popularidad para ella porque comenzó a decantarse por sus trabajos televisivos, dejando de lado su carrera en el cine. Después de un papel de aviso en El largo y cálido verano, de Martin Ritt, pisó realmente fuerte con su creación de la señora Eleanor Shaw en la muy inquietante El mensajero del miedo, tratando de controlar a su propio hijo, Raymond, en todos los sentidos, incluso ése. Terriblemente manipuladora, cruel y traidora hasta la exasperación, Angela Lansbury compuso uno de sus mejores papeles en esta excepcional película de John Frankenheimer en la que no dejó de repetirnos que Raymond Shaw, su hijo, es la persona más gentil, valiente, cálida y el mejor ser humano que nunca podríamos conocer en la vida.

Después de este papel, sin embargo, no consiguió realizar películas de cierta categoría hasta ocho años después en la que la Walt Disney Pictures la reclama para encarnar a la inefable Eglantine Price en La bruja novata, una especie de recordatorio de Mary Poppins con más humor, más canciones y más magia. Y aquí es donde descubre sus dotes para el musical que fueron ampliamente explotadas en los escenarios. Casi de forma consecutiva estuvo presente en los musicales Mame (conocida en su versión cinematográfica con el título de Ante todo mujer, con Lucille Ball en el papel que ella interpretó sobre las tablas), La loca de Chaillot (sustituida por Katharine Hepburn en su versión cinematográfica), Gypsy (que interpretó Rosalind Russell) y Sweeney Todd. Todos ellos éxitos superlativos que cimentaron su fama de gran dama del teatro.

Volvió a ponerse delante de las cámaras en 1978 con la adaptación que John Guillermin realizó de la novela de Agatha Christie Muerte en el Nilo, encarnando a la excéntrica señorita Salomé Otterbourne y no dejó escapar la oportunidad de ponerse al frente de un reparto que incluía a Rock Hudson, Tony Curtis, Geraldine Chaplin, Elizabeth Taylor, Kim Novak y Edward Fox para encarnar a la señorita Marple en el misterio, también debido a la pluma de Agatha Christie, El espejo roto, probablemente una de las más creíbles interpretaciones de la vieja señorita aunque la película, en este caso, resultó muy floja.

En los ochenta siguió alternando sus trabajos televisivos con el teatro y apenas se la pudo ver en cine, salvo en En compañía de lobos, de Neil Jordan, y ya en el 91 poniendo voz a la inolvidable señorita Potts de La bella y la bestia. Su éxito mundial se produjo con las diferentes temporadas de Se ha escrito un crimen, dando vida a la escritora e investigadora Jessica Fletcher durante ocho temporadas y 264 episodios. Y aún nos dejó un regalo de despedida que podremos apreciar con su breve aparición en la segunda parte de Puñales por la espalda.

Con Angela Lansbury, se ha ido mucho más que la decana del cine y uno de los signos femeninos más elegantes de la historia. Se ha ido una grandísima actriz, capaz de afrontar cualquier papel que se le pusiera por delante, dando un poco de clase a esa baraja de la que ella formaba parte con distinción. El cine, hoy, sin ella es algo más incompleto y, sobre todo, mucho más vulgar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente actriz. Mereció más reconocimiento pero los que disfrutamos de la exquisitez de un buen trabajo sabemos valorar cada una de sus apariciones, que fueron memorables.

César Bardés dijo...

Excelente y muy elegante. Aunque ella era muy popular en los Estados Unidos, es verdad que mereció más reconocimiento fuera de sus fronteras porque era muy versátil, capaz de afrontar cualquier tipo de papel con garantías y, además, era una comunicadora de primera clase.
Gracias por tu comentario.