viernes, 20 de octubre de 2023

DE-LOVELY (2004), de Irwin Winkler

 

Extraño, querida, pero verdad.

Cuando estoy cerca de ti, querida,

las estrellas llenan el cielo.

Así de enamorado estoy de ti.

Incluso sin ti,

Mis brazos se doblan sobre ti.

 

Ya sabes, querida, por qué

estoy tan enamorado de ti.

Enamorado con la noche misteriosa.

Esa noche en la que estabas allí por primera vez.

Enamorado en mi delirio de gozo,

cuando supe que tú cuidarías de mí.

 

Así que pínchame, hazme daño,

engáñame, abandóname,

soy tuyo hasta la muerte,

así de enamorado, así de enamorado,

así de enamorado de ti, amor mío, estoy.

 

Y es que hay que tener mucho amor para componer tantas canciones  que se quedan tan indeleblemente grabadas en el corazón y en el alma. Es posible que no sea el amor a una sola persona, sino a la vida misma, a todo lo que te ofrece. A la diversidad, aunque siempre haya ese puntal único que ayudará a permanecer de pie contra viento y marea en una época en la que se acepta el viento, pero no la marea. Sentarse a un piano puede ser algo mágico cuando se está tocado con una mano divina para hacer una melodía pegadiza, que coquetea descaradamente con el jazz, pero que se hace descifrable para cualquier oído que quiera escuchar. Y, luego, con la partitura escrita, poner letra con frases que sólo pueden llevarse bajo la piel, o que resuenan noche y día, o que hacen que el amor sea algo natural, liviano, nada pasajero, nada fácil, pero que, prácticamente, se hace sinónimo de la felicidad.

Y es que la fábrica de sueños también ayuda a trasladar las ideas de Broadway a Hollywood y el compositor Cole Porter, posiblemente, fue el mejor de todos. Supo dar con las melodías más interpretadas y con las letras más estremecedoras. Solía hablar de amor, sí. Pero no de una manera cursi, aunque irremediablemente apasionada. Solía ser un mensaje directo al corazón, sin escalas, sin contaminaciones. Sólo con el hechizo propio de ir montadas sobre la poesía. Sí, hablaba de amor a pesar de las incomprensiones y los rechazos y a pesar de algún que otro fracaso aunque ya sabía que para triunfar, primero había que perder. Siempre la palabra justa. Esa misma que encoge los sentimientos y luego los suelta en el recreo. Siempre el toque nítido de un hombre que, cada vez que acariciaba una tecla del piano, lanzaba un mensaje para enamorarse de nuevo.

Espléndido trabajo de Kevin Kline en la piel de Cole Porter en una biografía mucho más ajustada a la realidad que la que realizó Michael Curtiz en 1946 con Cary Grant de protagonista con el título de Noche y día. Esto puede parecer algo chocante debido a que la película apuesta decididamente por un formato musical, pero es que es imposible contar la historia de este grandísimo compositor sin pasar por sus canciones, ni tampoco por su compleja vida privada en la que visitaba ambas aceras a pesar de tener una pareja estable que estuvo a su lado siempre. Hasta el final. Como las canciones que él hizo que han acompañado vidas enteras y han hecho que, durante unos minutos, la vida tuviera otro color, otra sonrisa, otra esperanza. No es poco para una película que se hizo sin demasiadas pretensiones y que acaba por ser una cromática emoción que nos lleva hasta la misma cima. You´re the top.

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