Mirar
para otro lado no sólo es un signo de cobardía sino que también lo es de
complicidad. La pederastía generalizada ha conseguido que, hoy en día, haya más
esclavos que en la época en la que esa actividad estaba legalizada. Y no sólo
por la inoperancia de gobiernos, por la dejadez en la cooperación y por la
desidia en la investigación, sino porque hay un ingente mercado dispuesto a
consumir esa repugnante vergüenza que nos denigra como seres humanos, destroza vidas
inocentes y produce una serie de daños irreparables físicos y morales. Hay que
luchar, denunciar, implicarse, ser y no sólo estar. En esta guerra, todos
debemos ser combatientes activos.
En algún lugar de una
lucha secreta que apenas goza de difusión en los informativos, un hombre
decidió dejarlo todo porque se dio cuenta de que esa red de auténticos
malnacidos podía llegar a los rincones más insospechados de la infancia. Con
tesón y compromiso, el agente de seguridad Tim Ballard puso trampas, fingió identidades,
implicó a muchos otros e, incluso, abandonó el respaldo que le proporcionaba su
trabajo con tal de rescatar a niños que habían sido secuestrados para servir
como esclavos sexuales. Tuvo que contener las lágrimas. Hubo de soportar
humillaciones. No llegó a ganar una guerra que, hoy en día, se continúa
librando, pero ganó algunas batallas allí donde no había ninguna posibilidad de
victoria.
La película es
necesaria y, ateniéndonos exclusivamente a sus valores cinematográficos,
resulta inteligente en sus planteamientos, huyendo de la más baja sordidez que
impregna tales actividades aunque se encarga de poner delante del espectador
toda la terrible verdad. En algunos momentos, languidece la acción, porque
parece encallarse de tal manera que no va a saber salir adelante, pero sí que
lo hace, en alguna ocasión, con tropiezos, pero la película es más que
aceptable. Más allá de la interpretación del algo inexpresivo Jim Caviezel, hay
que destacar a ese personaje que acaba por ser el cerebro de la planificación
de toda la acción que encarna Bill Camp en el papel de Vampiro, o la solidez
que demuestra Javier Godino, una vez más, en un personaje sin mucha cancha,
pero sin fisuras. Y, por supuesto, el gozo que supone reencontrarse con Mira
Sorvino en su brevísima aparición. El resultado es una película punzante,
incómoda, sincera y certera, sin llegar a la categoría de magistral, pero con
elementos de indudable interés.
Y es que la repugnante
vergüenza que debería causarnos todo lo que nos plantea debería movilizarnos y
proteger a esos seres humanos que no quieren perder el brillo en su mirada, ni
el ritmo de sus juegos. Son parte de nosotros, porque nosotros somos los que
los hemos traído a este mundo. Y no hay excusas. Ni en la iglesia, ni en los
recónditos parajes selváticos, ni en la vil apelación a la débil vanidad de sus
incipientes personalidades, ni en el fácil parapeto de las relaciones
diplomáticas o de las injerencias en la realidad social de otros países. Es
algo que no debe permitirse. Es una línea roja sin ambages. Es por la vida. La
de ellos. La nuestra.
Las lágrimas, en esta ocasión, deberían de hacernos ver con más claridad y ser conscientes de que, en una batalla tan ingrata, el desánimo también se ceba con aquellos que se emplean a fondo por erradicar esta degeneración que nos coloca a la altura de los animales. No son personas. Son pedazos de carne que deberían ser castigados con la máxima fuerza sin conmiseración alguna. No hay medias tintas. Y deben recibir una condena de auténtico compromiso. Quizá no estemos preparados. Quizá es más cómodo quedarse en el sofá, ladear la cabeza y dejar que la compasión sólo permanezca durante unos segundos en nuestro pensamiento. Sin saber que eso nos hace ruines, sin corazón, sin alma, sin destino, sin futuro.
2 comentarios:
Cazievel "es así". Del equipo de inexpresivos liderado por Clint Eastwood. En "La delgada línea roja", su aura angelical da en el clavo de un personaje que parece sobrevolar el drama de la guerra, por encima de lo terrenal, aunque supongo que el papel de su vide fues el de Jesucristo...
Vale, Eastwood es todo lo inexpresivo que tú quieras, pero es una presencia que Caviezel ni tiene, ni tendrá.
Sí,posiblemente su mejor papel sea el de "La Pasión", aunque a mí ni me llene la película, ni el protagonista. Igual que tampoco me llena mucho así. Aquí es Bill Camp el que sabe muy bien lo que se hace.
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