martes, 10 de octubre de 2023

EL BESO DE UN EXTRAÑO (1983), de Matthew Chapman

 

El genio puede manifestarse en cualquier rincón de una cinta agujereada. No importa que el dinero sea corto y que los participantes comiencen a tener una autoestima algo exagerada para una película de escaso presupuesto, pero largas ideas. Stanley, el director, está seguro de que puede sacar algo provechoso en esta ocasión. Quiere estrenarse en el cine comercial antes de dar el siguiente paso, una película sobre unos tipos que se juntan para perpetrar un golpe en un casino… ¿o en un hipódromo? Es igual. Será un mecanismo de relojería que dejará al mundo boquiabierto. En esta ocasión, no será así, pero sí que habrá algún que otro elemento que deje ver que hay un talento especial tras la cámara. Por ahí detrás, algún banquero encaprichado con una rubia joven tratará de poner dinero, no mucho, en la película, para que su chica se luzca como es debido. Sin embargo, el banquero no es artista, y no ve nada claro que Stanley y su socio, Farris, se inclinen por la estética antes que por la narración. Estos jóvenes bohemios tienen poco que ofrecer y mucho que enseñar y el banquero pertenece a otra generación. Fue esa en la que todo se solucionaba con el arma en la sobaquera y la amenaza en la mirada. No sabe que ese director joven, algo excéntrico, que está empezando, pero sabe muy bien lo que quiere, también sabe mirar como nadie lo ha hecho antes.

Todo será muy exigente, pero también habrá un cierto sentimiento de que se está contribuyendo a hacer algo distinto, algo fuera de lo normal. Es una historia negra más sobre un boxeador que se mete en líos y tal, pero el ambiente será de tanto trabajo que incluso habrá un rincón privado para el amor. No para el director, no es tan romántico, sino para la pareja protagonista, que quiere llevar un poco más lejos esa relación tan extraña que llevan sus personajes. Una vez más, la realidad y la ficción se confunden y la única línea divisoria la marca una cámara genial.

El beso de un extraño es una producción independiente, de bajísimo presupuesto, que pretende, ante todo y sobre todo, rendir homenaje al Stanley Kubrick más primerizo. Ése que tenía ideas sorprendentes para ser apenas un novato y que revolucionó el cine con una mirada completamente distinta. No trata de ser una hagiografía porque también se ocupa de sus excentricidades y sus salidas de tono, pero el cine, ese juguete maravilloso que se nos ha dado y que, por las mismas circunstancias de la vida, se trata de acabar con él, necesitaba a un director así. Minucioso. Valiente. Perseverante. Mirando desde una perspectiva diferente. Seguro de lo que quería. Seguro de lo que hacía. E hizo historia. Mal que les pese a algunos que se dedican con constancia a derribar todo lo que huela a leyenda. En esta ocasión, se puede apreciar cómo se estaba formando y cómo trataba de destacar por encima de la mediocridad imperante dentro de un Hollywood que estaba empezando a cambiar las formas. Peter Coyote asume la piel de Stanley. Victoria Tennant es la protagonista. Y no, no es una película para quedarse con la boca abierta. Es justo el preludio de eso.

No hay comentarios: