miércoles, 29 de noviembre de 2023

EDUCANDO A RITA (1983), de Lewis Gilbert

 

-. Doctor Bryant…creo que no me está escuchando…

-. Señor Collins…creo que en realidad usted no me está diciendo nada…

-. Doctor… ¿está usted borracho?

-. ¿Borracho? Pues claro que estoy borracho. No esperará que yo enseñe todo esto estando sobrio…

-. Entonces no le importará si me voy de clase.

-. ¿Por qué debería de importarme?

Y esa es la esencia del Doctor en Literatura Profesor Frank Bryant. Ya no le hace ilusión nada. Tal vez porque un día quiso ser poeta y su mujer le dijo que habían desperdiciado sus mejores años de pasión mientras él intentaba ensamblar versos. O puede que se haya encontrado con el paradigma de la mediocridad que supone, en muchas ocasiones, la universidad. O, incluso, no ha visto más que signos de ridiculez en el claustro, con su pompa, su ceremonia y su permanente guarda de apariencias. El caso es que el Profesor Frank Bryant ya está de vuelta y le importa todo tres versos de Blake (¡qué perra han cogido con Blake!) y el caso es que todo va a cambiar de arriba abajo cuando Rita entre en su despacho, queriendo obtener un grado en Literatura. Es basta, vulgar, con una voz irritante y un sentido del humor arrabalero y, sin embargo…sin embargo tiene algo que al Profesor le subyuga. Quiere aprender. Quiere ser algo más que una simple peluquera de algún local de tercera del Soho. Y eso, para alguien que no ha sido nada, es muy importante. El Profesor se da cuenta y tratará de ayudarla, de hacer que sus trabajos sean cada vez más importantes, más cultos, más profundos. Y ella es una alumna extraordinaria. Puede que no sea muy inteligente, pero pone empeño porque no quiere ser toda su vida una cortapelos sin futuro.

-. ¿No cree que la vida no merecería la pena sin Mahler?

-. Obviamente, no.

En la crisis personal del Profesor Bryant, entrará Rita rompiéndolo todo, evolucionando desde la ordinariez a la elegancia, de la falda rosa y el zapato de tacón hasta la chaqueta y el pantalón vaquero, de la inseguridad a la elegancia. El Profesor Bryant sabe que esa chica, esa paleta de cuarta, tiene todo lo que él desea en una mujer. Él seguirá bebiendo, pegado a su botella porque es su imperceptible modo de protestar, pero ella será su obra maestra, esa poesía que nunca escribió y que se quedará en las hojas en blanco de sus próximos dos años. Es posible que Rita y Frank estén hechos el uno para el otro y,  no obstante, nunca estarán juntos.

Enorme el trabajo de Julie Walters como Rita, pero más impresionante es el de Michael Caine en la piel de ese profesor descreído, abandonado de sí mismo, lleno de polvo como uno de esos elegantes tomos que luce en su estantería, cínico, con un particular sentido del humor que viene, ante todo, de su postura de ser un espectador de la vida que se va agotando y resbalando como las gotas dentro de la botella. En el fondo, su Profesor Frank Bryant es un whisky que se va apurando. Deja restos de su paso, pero va quedando nada del hombre que fue. Y Rita le demostrará que él aún sirve para algo, para ensanchar mentes, para crear inteligencias, para motivar tesones. Y eso, aunque sea lejos, al otro lado del mundo, es toda una experiencia que hay que seguir transmitiendo aunque aquí ya no haya mundo al que regresar.

2 comentarios:

Cocomesas dijo...

Película única, maravillosa

César Bardés dijo...

Con estos dos haciendo los dos papeles principales, es difícil que no sea única y maravillosa.
Gracias por tu comentario.