Quizá sea el momento de
salir de las sombras y poner las cosas en orden. La prisión ha sido difícil
para un halcón porque su naturaleza es volar y no puede estar entre rejas. Sin
embargo, lo peor, lo más pesado de llevar, ha sido saber que lo único que has
querido realmente en la vida ha sido asesinado y no poder encontrar al canalla
que lo hizo porque hay que cumplir condena. Wilson ha estado toda la vida
trabajando sin que se notara su presencia. Ahora va a volver a trabajar y se va
a dejar ver. Y cuidado con los que osen darse cuenta.
Lo primero es
trasladarse a los Estados Unidos. Un país incomprensible, una mezcla algo
idiota de culturas atrasadas con un toque anglosajón que resulta bastante
grotesco. Al menos, en Inglaterra uno sabe a qué atenerse, pero en Los Ángeles
la batidora funciona a todas horas y nada es fijo, todo es volátil. Habrá que
adaptarse.
Lo segundo es agarrarse
a un tipo que eche una mano. Puede que no sea demasiado inteligente, pero
servirá para un par de recados y dos o tres avisos. Al fin y al cabo, Wilson
emplea sus trucos de experimentado ladrón para ejercer en esta ocasión de
detective privado. Y se va a dar cuenta de que un potentado productor de discos
está detrás de lo que anda buscando. Se le van a rayar los vinilos al
individuo. Más que nada porque este halcón inglés no se sabe por dónde viene.
Es silencioso y muy cauto. Es de pocas palabras y, por tanto, proporciona muy
pocas pistas. Mucho ojo. Despliega sus alas y el tipo es implacable.
Esta es una película al
margen del resto de la filmografía de Steven Soderbergh. Donde allí hay
efectismos, aquí hay una austera sobriedad. Donde allí hay trampas de guión a
ambos lados de la carretera, aquí se apoya en una historia que parece de hierro
y que lleva en todo momento bajo control. Al principio, puede chocar un poco la
elección de Terence Stamp para dar vida a Wilson, pero el actor, con sabiduría
y paciencia, se va haciendo poco a poco con el papel, porque pasa de esa
primera impresión en la que predomina la sensación de que el protagonista es un
poco raro a la seguridad de que es un
tipo metódico, de mucho cuidado, que piensa detenidamente la venganza que va a
ejecutar aunque esté a miles de kilómetros de su ambiente y que, además, va a
ser implacable, sin piedad, definitivo.
El resultado es una película que, sin ser una obra maestra, camina con paso seguro y que posee la rara cualidad de ir envolviendo con lentitud al escéptico espectador. Así, Soderbergh, en un alarde de conocimiento, iguala forma con fondo en la historia. Wilson va envolviendo a todas las almas que se va encontrando en su camino ineludible hacia la venganza que cierre un hueco de demasiados años. Y acaba por tener a todo el mundo de su parte. Es como un halcón que avista su presa a kilómetros de distancia y se lanza a una velocidad de vértigo en país que eso mismo es lo que exige.
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