miércoles, 17 de enero de 2024

TOM WILKINSON: EL ÚLTIMO DESAFÍO

 


Tom Wilkinson era uno de esos actores que hizo de todo en teatro y que, sin embargo, no conseguía despuntar en el cine. De cuidadosa preparación dramática, fue actor habitual en las producción de la Royal Shakespeare Company o del National Theatre, interpretando a Ibsen, T.S. Eliot, Arthur Miller, Anton Chejov, Edward Albee, Thomas Bernhardt, Carlo Goldoni, Christopher Marlowe, Noel Coward, Ben Johnson, Robert Bolt, Samuel Beckett, William Shakespeare, Edgar Allan Poe, Arthur Conan Doyle, Bertolt Brecht, Moliére, Darío Fo, Kafka, Lorca…y compartiendo cartel con nombres tan ilustres como Paul Scofield, Judi Dench, John Neville, Ian McKellen, Brian Cox, Albert Finney, Ralph Richardson, John Gielgud, Ben Kingsley, Brenda Fricker o Cyril Cusack. No le faltaban tablas. Sin embargo, a pesar de varios intentos, no conseguía despegar delante de las cámaras e intervino en apenas cinco películas desde su debut en 1976 con el prestigioso Andrzej Wajda en La línea de sombra, una adaptación de Joseph Conrad casi reservada al circuito de arte y ensayo, hasta que lo podemos ver en un papel muy secundario en En el nombre del padre, de Jim Sheridan, incorporando al fiscal que se enfrenta a Emma Thompson.

Él decía que no había desafíos a la hora de interpretar un buen papel. Eso era sencillo. Lo difícil y el verdadero reto era interpretar un mal papel. Y que él no tuvo nunca ninguna prisa. A la hora de elegir sus trabajos se hacía sólo tres preguntas: ¿Hay alguien en el mundo que sea capaz de interpretar este papel mejor que yo? ¿Es bueno este papel? ¿Me voy a divertir haciéndolo? Así de sencillo era su punto de vista. Y parece ser que contestó correctamente a estas tres preguntas cuando aceptó el papel que le granjeó fama y fortuna en Full Monty, después de intervenir en otras películas que también empezaron a hacer de él un rostro reconocible en todo el mundo como Sentido y sensibilidad o Los demonios de la noche. Ese Gerald arrogante, que se cree mejor que sus compañeros de striptease en la Inglaterra más deprimida por la reconversión industrial y que se pone a bailar sin vergüenza pero con inhibición en la cola del paro, vale por toda una carrera.

A partir de ese momento, el nombre de Tom Wilkinson es sinónimo de calidad. Se revela en el cine como un actor tremendamente seguro, con mucho peso, que siempre otorga un sello de categoría a cualquier película en la que interviene. Y llega a ser impresionante en algunas de sus actuaciones. Ocupa el lugar del atribulado productor que, sin embargo, está carcomido por el veneno del teatro en Shakespeare in love, resulta implacable en El patriota y es, sencillamente, magistral en esa película mágica, arrebatadora y anímicamente arrasadora como es En la habitación, realizando una interpretación extraordinaria al lado de Sissy Spacek y que le proporciona una nominación al Oscar que se quedó sin premio, pero que hubiera merecido sin lugar a ninguna duda.

Interviene en La joven de la perla, dando cuerpo y alma a la época de Rembrandt, y resulta divertidamente serio en Olvídate de mí. Encarna a un sacerdote consumido por la culpa, por el remordimiento y por la asunción de una derrota frente al mismísimo Diablo en la aceptable El exorcismo de Emily Rose y Woody Allen le reclama para ser el punto más fuerte de una débil película como es El sueño de Casandra. A continuación, realiza una interpretación maravillosa como ese abogado que es incapaz de plegarse a las reglas y elige a la locura como única vía de escape en Michael Clayton, de Tony Gilroy y su transformación física y actoral resulta asombrosa en Rocknrolla. Secunda a Tom Cruise en una conspiración para matar a Hitler en Valquiria, de Bryan Singer, que resulta fallida por los tremendos problemas en su rodaje y nuevamente da pruebas de la enorme calidad como uno de los contendientes encarnizados de Duplicity. Trabaja con Roman Polanski en uno de los papeles secundarios, aunque decisivos, en El escritor y es un creíble enlace de control en la estupenda La deuda, al lado de Helen Mirren.

Robert Redford le requiere para uno de los múltiples personajes de La conspiración, de extenso reparto, sobre la trama urdida para matar a Abraham Lincoln, y da otra lección de saber estar, con comedimiento, mesura y contención en El exótico hotel Marigold. De alguna manera, también da vida al gran Stefan Zweig en El gran hotel Budapest y, como no podía ser menos, asume los rasgos del Presidente Lyndon Johnson en Selma. Quizá su última gran lección en el cine fuera ese abogado listo y premeditadamente metódico en Negación, representando legalmente a Rachel Weisz y haciendo que la película se eleve a alturas sorprendentes desde el momento en el que aparece. A partir de ahí, tal vez sus elecciones no fueran las mejores y se apagó ligeramente aunque, hay que señalar, que su trabajo para televisión fue superlativo, un medio al que acudió con mucha frecuencia y en el que hay que destacar su trabajo al lado de Nicole Kidman en el telefilm Normal, una película que aborda la temática transexual muchos años antes de las reivindicaciones del colectivo.

Tom Wilkinson decía que actuar es fácil cuando se comparte escena con buenos actores. Con él, desde luego, debía ser muy fácil y ha sido, de alguna manera, el último representante de esa tradición de actores clásicos británicos que han llenado de clase y precisión cada papel que han desempeñado. Con toda seguridad, se le echará de menos porque, esta vez sí, decidió aceptar un último desafío. Ya podías haber rechazado este mal papel, aunque hay que reconocer que nadie en el mundo podía hacerlo como tú.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Muchas gracias, te sigo en twitter y ahora te veo aquí, con un tremendo actor. Gracias.

César Bardés dijo...

Gracias a ti.Bienvenido/a y viva el cine.

Anónimo dijo...

Maravilloso actor que nos ha acompañado en muchos buenos ratos de visión/ilusión. Temprana muerte, da igual cual fuera su edad. Vivo para siempre en la.magia del cine. Gracias por honrar asi a alguien especialmente querido.

César Bardés dijo...

Un actor que se merecería todos los premios del mundo. Muchas gracias por subrayarlo y un saludo.