jueves, 13 de junio de 2024

LA ÚLTIMA SESIÓN DE FREUD (2024), de Matthew Brown

 

Son los primeros días de la Segunda Guerra Mundial y C. S. Lewis, profesor en Oxford y compañero y amigo de J.R.R. Tolkien, acude a Londres para entrevistarse con Sigmund Freud. Deben hablar porque, seguramente, al austríaco no le habrá gustado demasiado lo que Lewis escribió de él en El retorno del peregrino, una novela en la que un personaje, de nombre Sigmund, aparece como arrogante, pagado de sí mismo, encerrado en un ateísmo irracional e ingenuo en sus creencias humanas. El resultado, como no podía ser de otra manera, es la discusión en torno a la cuestión divina. ¿Dios existe?

Para Freud es imposible que Dios pueda existir. Ningún ser, divino o no, podría permitir la aparición de la guerra si tomamos a la Humanidad como destinatario de sus designios, o sería difícilmente creíble que enviara una enfermedad a un niño de cinco años o a su propia hija. Dios no podría ser así y, por tanto, Dios no existe en un mundo que carece de amor y que perece por azar.

Para Lewis, Dios existe y dotó al hombre de un don más preciado que otro cualquiera y es el del libre albedrío. Nos dio una casa y puso las condiciones para que creciesen las criaturas necesarias para el equilibrio natural y, a partir de ahí, dejó que nos moviéramos con libertad, tanto para lo bueno como para lo malo. Aparte de eso, el mismo concepto de Dios está en constante evolución. No se puede creer igual en él a los veinte que a los cuarenta, porque los valores cambian constantemente. Dios existe. El hombre es el que escribe su propio destino.

No cabe duda de que ambos están influenciados por sus propias experiencias vitales. Freud ha conseguido los máximos honores en el campo de la psiquiatría, ha conocido la incomprensión y la afrenta, ha batallado en contra de muchos tabúes y ha cambiado conceptos con una capacidad de raciocinio extraordinaria aunque algunos de sus preceptos sean auténticas barbaridades. Por si fuera poco, padece un cáncer mandibular, que le amarga y hace que esté, prácticamente, enganchado al uso de morfina. Lewis combatió en una guerra y conoció al horror en su misma cara. Vagó con el ánimo desorientado hasta que supo dónde podía encontrar un rincón de felicidad que le compensase por todas las desgracias. La vida de Freud se deshilacha por los bordes. La de Lewis va formando un tapiz de cierta conformidad con el destino.

No se disimula la procedencia teatral de esta película y de este encuentro fabulado entre el padre de la psiquiatría y el gran escritor. Y no es fácil de ver en cuanto se desgranan varias teorías sobre los más diversos temas en una selva de ideas en las que hay que buscar una conexión con la realidad. Sin embargo, Matthew Goode se mueve con comodidad, aceptando las hechuras del traje de C.S. Lewis con clase y con un dominio muy notable en las miradas y en las incomprensiones. Anthony Hopkins… ¿qué se puede decir de él? Hay que disfrutar de todas y cada una de sus composiciones porque ya no nos queda mucho tiempo a su lado y, en esta ocasión, nos va descubriendo las inteligencias y tremendas debilidades de Sigmund Freud con pequeñas dosis de afabilidad, de ira, de inconformismo, de debilidad, de una fortaleza ya huida, de una lección de vida en la que apenas le queda tiempo para transmitir la experiencia. La dirección es sobria, propia de una obra de teatro. Dios está presente en la conversación, sí. Y esa charla no adoctrina, sólo se expulsa para que, quien quiera, pueda coger lo más valioso de un diálogo que parece nacer desde las mismas entrañas del subconsciente.

2 comentarios:

Anna Hernandez dijo...

Empecé a verla, y me pareció un tedio infumable. Estaba dentro de la sección del BCN Film Fest. Y si, la crítica la pone verde. No pude pasar de los primeros veinte minutos.
Por cierto, yo diría que es el padre del Psicoanalisis, porque de la psiquiatría en si, ya existía.

César Bardés dijo...

No es más que una obra de teatro filmada, con dos actores extraordinarios. Y si la crítica la pone verde, será porque están demasiado acostumbrados al pañon pañon bum crash catacrash.
Gracias por la puntualización. Tienes toda la razón.