La muerte de alguien
tan amado no puede borrarse con un cambio del destino, porque el destino, en
realidad, ya ha realizado su misión. La emigración ilegal vía Canadá de una
pareja de irlandeses con sus dos hijas se antoja una aventura que no tiene
visos de tener éxito porque ya vienen con el fracaso y el dolor estampados en
el alma. En los bolsillos de su vestuario no hay nada. Sólo vacío, igual que el
que sienten en su interior. El padre, de forma algo ingenua, espera convertirse
en actor. Ya se sabe. En la tierra de los sueños, es mejor soñar. Su primera
parada no puede ser más desoladora. Acaban en un vertedero de drogas, adictos y
travestidos viciosos que hacen que el aire esté muy lejos del que respiraban en
Irlanda. De vez en cuando, el destino parece que vuelve a su obligación y
coquetea de lejos con la esperanza, pero la muerte del hijo que han perdido
pesa tanto, es tan difícil de llevar que apenas pueden escalar unos adoquines
en la jungla de asfalto. La madre queda embarazada. Parece que el destino les
depara una segunda oportunidad aunque, de ninguna manera, se puede borrar lo
que ha pasado. Quizá lo mejor sea grabar todo lo que ven los ojos de una niña
para creer que, en algún lugar, de algún modo misterioso, aún existe la magia
en la vida.
Las niñas son las que
desarman todo punto de vista apesadumbrado de los adultos. Ellas son la
auténtica magia que pende sobre Manhattan en un entorno que no invita al
pensamiento celestial. América tiene fama de ser hospitalaria y eso es un mito
que ha creado la falsa esperanza. Suele ser un entorno hostil, quizá repleto de
sorpresas, en donde los sueños pululan sobre las aceras y, de vez en cuando,
alguno se hace realidad. Y otros, en cambio, transforman su rostro y se
convierten en pesadillas. Es como caminar entre el cielo y el infierno, conoces
los dos lugares y, sin previo aviso, uno de ellos te cae encima. Eso es vivir
en América y más aún si no eres nativo.
Jim Sheridan puso parte
de sus propios traumas al servicio de esta historia por la forma en la que
marcó a su familia el fallecimiento de su hermano Frankie. Más allá de su
habilidad narrativa, es obligatorio destacar el trabajo actoral que desarrolla
con Paddy Considine y Samantha Morton en la piel de esos padres al borde de la
desesperación y que tratan de salir adelante en medio de un bosque de dolor
hecho de edificios de treinta pisos. A su lado, maravillosas y ladronas
expertas en su labor, las hermanas Bolger, que interpretan a sus hijas.
Ocurrentes, imaginativas, haciendo del mundo de los niños el paraíso en el que
todos los adultos deberíamos vivir.
Y es que el dolor, sólo el dolor, es capaz de arrebatarnos la emoción y los sentimientos. A menudo, nos integramos en esa monstruosa maquinaria que es la multitud porque ya no somos capaces de sentir por nosotros mismos. Y, tal vez, sólo la mirada inocente puede devolver algo del brillo perdido.
1 comentario:
"In America" es una película triste, pero a la vez de algún modo terapéutica. Te arrasa y a la vez quiero pensar que te sana por dentro, te remueve algo. Desde luego, es de una emotividad extrema. Se hace todavía mucho más triste sabiendo que Sheridan adapta sus propias vivencias, utiliza su arte y su cine para exorcizar sus demonios. Qué maravilloso don, si lo piensas.
Da la casualidad que revisé hace poco la película. Un amigo me comentó que no empatizó para nada con el personaje de Considine lo veía algo asalvajado y muy extraña la relación con el resto de su familia. Tal vez no encaje demasiado que Sheridan quiera mostrar el duelo por la pérdida de un hermano y en el pasado y lo proyecte en la figura de un hijo. Chirría un poco ver a esa familia intentando empezar de cero en la misma del lobo, nada menos que en Hell´s Kitchen, un lugar nada recomendable para intentar empezar de cero cualquier cosa.
Por lo demás, el retrato de la inmigración es veraz, huyendo un poco del tópico de "ay, qué mal lo pasamos" (en realidad lo pasan fatal) y Sheridan es muy hábil evitando ser sensiblero en situaciones que se prestan a ello. Un peldañito por debajo de "En el nombre del padre", "The boxer" y "El prado", pero aún así una película estimable, la última realmente buena del director que la verdad lleva unos años algo perdido.
Abrazos pedaleando hacia la luna
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