La virtud del
francotirador es la paciencia. Es mimetizarse con el entorno y esperar, con el
ojo abierto y la calma presente. Es aprovecharse de ese alrededor de ruinas que
huelen a cemento partido y a muerte y ser también una columna que parece
herida, pero que aún se mantiene. Por la mirilla, el francotirador observa,
calcula, evalúa todas las posibilidades y, con muchísima tranquilidad, aprieta
el gatillo sabiendo que manda un mensaje de desolación y sangre, de sorpresa y
de repente. El problema se presenta cuando, al otro lado, hay un rival de
altura, capaz de esperar tanto, de calibrar tanto la situación, de disparar con
tanta precisión que el fusil es una ecuación matemática. Y no es fácil mantener
las manos sin temblores cuando el mundo se desvanece, cuando la crueldad toma
cartas decisivas y cuando la confusión ahoga en un sitio de hambre y desgaste.
Sí, el enemigo está a las puertas y el mensaje que trae consigo es el de la
aniquilación.
Por ello, hay que tener
un arma suplementaria. Es fácil de llevar y muy difícil de conseguir. Se llama
astucia. Se trata de ser más listo que el oponente y no dejarse arrastrar por
la tortura gratuita, por la información a cualquier precio, por no renunciar a
esa pequeña parte que aún se conserva y que hace que ese tipo al otro lado de
la culata sea humano. No todo vale a cualquier precio. Y en el fondo eso es lo
que diferencia a ambos contendientes. El polvo se acumula con su grisácea
presencia y las balas silban buscando un lugar donde hincarse. Incluso en los
que ya están muertos. La envidia saldrá a relucir porque el amor también existe
cuando todo está en llamas y eso provocará el conflicto de la conciencia, una
guerra que aún es más cruel que la que tiene lugar en las calles inexistentes
de Stalingrado.
Enemigo
a las puertas es, tal vez, la película que mejor ha
retratado el sitio de Stalingrado integrando una historia particular dentro del
destrozo general. Con ella, llegamos a sentir el agobio de una situación
desesperada hasta las lágrimas sin consuelo y, al mismo tiempo, asistimos con
pasión al duelo a muerte que tiene lugar con dos hombres que, quizá, sólo
persiguen la gloria personal. Para ello, la dirección de Annaud es certera,
precisa, lógica y clásica y cuenta en su haber con unos trabajos maravillosos
de Jude Law, en el que quizá sea el mejor papel de su carrera y, aún así, nadie
lo ha reconocido, y de Ed Harris, poderoso e intenso, mar en calma con una
tormenta en las profundidades que no puede admitir la derrota. Buenos trabajos
también de Rachel Weisz y de Joseph Fiennes que dan cuerpo a la historia de
amor y a la propaganda y que convierten a la película en un hervidero de
ambiciones personales que se ahogan en la búsqueda de la supervivencia. Es el
momento de respirar hondo y de afinar la puntería, de dejarse llevar por el
caos y la angustia, de dejarse seducir por jugadas magistrales que ponen en
evidencia dónde está el contrario. No es un disparo perfecto, sin duda. Pero sí
es lo suficientemente bueno como para dar en el blanco.
2 comentarios:
"Mar en calma con una tormenta en las profundidades!...Sin duda una película que además del suspenso, retrata la batalla más sonada de toda la segunda guerra mundial, el sitio de Stalingrado
Me alegro de que te guste. Gracias por tu comentario y por la cita.
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