martes, 21 de abril de 2020

LOS FISGONES (Sneakers) (1992), de Phil Alden Robinson


De vez en cuando, existe algún adulto suelto en la jungla urbana que se ha negado a perder toda la rebeldía juvenil que le embargó años atrás. Ni siquiera se expresa igual. Antes, el afán era cambiar el mundo, hacer algo realmente fundamental para que las cosas fueran diferentes. Ahora es posible que el objetivo sea saltarse algunas reglas de seguridad con otros compañeros y con el dinero como motivación. Sí, ese mismo dinero contra el que se luchó en la juventud, con consignas repetidas hasta la saciedad, ingenuas y combativas e irrealizables. La vida es así. Consigue acomodar a los más contestatarios, aunque, alguna que otra vez, da un respiro emparejando a unos rebeldes con otros. Quizá para recordar de que ese punto, esa nimiedad de ir contracorriente, no debe perderse nunca.
Y aquí, unos genios de la informática primitiva tienen que enfrentarse con su pasado, con el gobierno, con viejos amigos que nunca lo fueron, con velocidades milimétricas, con programas revolucionarios y con ordenadores del pleistoceno. Aún así, todo funciona porque la acción está en el suspense, en la aventura, en la certeza de que, no mucho tiempo atrás, había profesionales que sabían muy bien lo que hacían y que eran capaces de pedir bisoñamente paz a los hombres de buena voluntad. Puede que sean ciegos en un mundo de múltiples visiones que ya estaba llamando a la puerta. Puede que, simplemente, sean delincuentes que han encontrado un resquicio para la adaptación para una vida legal. Lo cierto es que saben qué cables cortar, qué apoyos prestar y qué utilidad dar.
No cabe duda de que una película con un reparto que incluye a Robert Redford, Sidney Poitier, Mary McDonnell, River Phoenix, Dan Aykroyd, Ben Kingsley y David Strathairn tiene muchas claves para empezar a ser atractiva. Ésta no es una película ambiciosa, pero consigue sus objetivos de entretener, de mantener al público en vilo con situaciones extremas, de hacer creer que, ya por entonces, todo estaba controlado por un buen montón de chips. La dirección de Phil Alden Robinson es segura y sobria, con algún que otro derrape a manos de ciegos al volante, pero todo el conjunto es efectivo, intrigante y sorprendente. No es poco para venir de una trama que habla de unos tipos que lo tienen todo controlado a través de teclados, vídeos y trampas.
Así que ahí están esos granujas que, no importa cuál sea su especialidad, tienen mucha clase, poseen humor para que nada sea demasiado trascendente a pesar de que produce miedo que lo que plantea la película puede llegar a ocurrir, visitan la diversión con cada una de las pruebas que se les pone por delante y, por supuesto, son un lujo para cualquier espectador que aún se emocione con las presencias de una historia. Fisgar ya ha pasado a ser una profesión que, incluso, se ejerce gratis y puede que estos piratas de la seguridad no tengan mucho futuro, pero hay que reconocer que dos o tres sonrisas de complicidad e ironía saben despertar. Fue el principio del mundo del mañana y, echando la vista atrás, se llega a tener nostalgia de ellos.

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