De repente, todo salta
por los aires. Y quizá sea el momento de hacer una recapitulación y situar a la
vida en su sitio exacto. Ser un picapleitos especializado en arreglos de tipo
económico no es precisamente el mejor oficio del mundo. Hay que conocer los
resquicios de la ley, decir medias verdades o no decir ninguna, tratar de
conseguir lo mejor para el cliente y que pueda, ante todo y sobre todo,
escurrir el bulto. Por si fuera poco, las deudas acosan y la mirada se va
tornando más y más amarga. No, Michael Clayton no es ni la mitad del hombre que
soñó ser y ahora se está dando cuenta. Además está obligado a asistir a la
destrucción de Arthur Edens, uno de sus mejores amigos que ha perdido la cabeza
porque, sencillamente, ya no puede más. Todo hombre tiene un límite y Arthur ha
llegado al suyo. No puede fingir ya que es justo lo que no lo es, no puede
luchar por los intereses de un puñado de clientes corruptos. Y Michael se está
dando cuenta de que es muy posible que él mismo acabe como Arthur. Sobre todo
si tiene que luchar contra auténticos tiburones sin escrúpulos, capaces de
llegar a todo, como esa mujer, Karen Crowder. La mirada de Michael empieza a no
ser amarga, sino decidida. Va a hacer un último y definitivo arreglo, va a
hacer justicia sin necesidad de pisar una corte judicial, va a dejar las cosas
en su sitio y no le va a importar arrastrar a quien haga falta.
Y es que Michael ha
aprendido que la vida es un continuo cambalache, un trato sin final que intenta
sacar el máximo beneficio consiguiéndolo en muy pocas ocasiones. Porque hay que
prescindir de los sentimientos si quieres salir adelante y Michael comienza a
creer que eso es un precio demasiado alto para la supervivencia. Si hay que
acabar con todo, se hace y ya está. Se empieza de nuevo. Se vuelve a ver a la
gente ir a trabajar, cumplir con sus obligaciones, terminando el día como
héroes que tratan de volver a casa con la conciencia tranquila. Esa última
mirada, larguísima y prolongada, sobre el rostro de Michael dice muchas cosas
porque hay desengaño, hay hastío, hay desprecio…pero también hay muchísima
satisfacción porque, por una vez, Michael Clayton, el abogado de tratos, ha
hecho lo correcto, por muy cruel que parezca.
Michael
Clayton es una maravillosa película que nos regala unas
interpretaciones extraordinarias de George Clooney, Tom Wilkinson y Tilda
Swinton en los principales papeles. En ellos se da toda la confusión y la
contradicción de hombres y mujeres que se mueven en mundos de corrupción y que
tratan de que no llegue a afectarles más de lo necesario el barro de la
deshonra interior, esa vocecilla que determina si uno debe sentirse culpable
por lo que hace o no. Difícil es reconciliarse con ella cuando se convierte en
un grito que clama por la corrección y la verdad en una existencia plagada de
mentiras, de palabrería sin sentido, de nada seguida de ceros. Es toda una
lección de cine y de vida y un serio aviso de la forma en la que dirigimos
nuestros pasos sin reparar en las consecuencias propias y ajenas.
2 comentarios:
La verdad es que es una película sobresaliente. No es espectacular, salvo que entendamos como espectáculo la primorosa interpretación de los actores (si Clooney siempre suele estar bien, aquí alcanza la excelencia). No tiene grandes efectos, ni impactantes escenas de acción, pero es de esas películas que difícilmente se olvidan.
Es bastante notable que sea una ópera prima, Gilroy había destacado como guionista (tiene en su haber esa peli que tanto valoras como es "Armageddon") de películas de acción, en especial la saga Bourne, y sin embargo aquí se marca una película más clásica, más humana y sabiendo muy bien lo que quiere contar y como contarlo.
Es mucho más que una película denuncia, es mucho más que un film sobre los entresijos del poder, o sobre la deshumanización del sistema, es sobre todo una historia de redención. Y el plano final de la película ya lo hemos comentado alguna vez es francamente brutal en el mejor sentido de la palabra.
Abrazos desde el asiento trasero
Cierto, no es espectacular, pero no deja de ser una historia que te llega de forma profunda y a ello ayudan no poco las interpretaciones. Esa Tilda Swinton al borde del ataque de ansiedad porque sabe que está haciendo verdaderas cabronadas y tiene que vencer cualquier obstáculo interior, incluso el de su recalcitrante soledad, o ese Tom Wilkinson que ya ha pasado al otro lado y que se convierte en un peligro porque ya no tiene freno en ninguna dirección. Y, desde luego, Clooney que, si alguna vez ha merecido un Oscar al mejor actor, debería ser en esta ocasión cuando tendría que haberlo ganado.
Gilroy es un tipo que, a pesar de tener firmado mi bienamado guión de "Armagedón", es bastante famoso en Hollywood porque es el arregla-guiones de turno. Si un guión tiene problemas, enseguida le llaman a él para que lo arregle. Ha intervenido en todos los guiones del mundo y más y sin acreditarse. Aparte de eso tiene otros excelsos guiones de los que enorgullecerse como "Duplicity", o "LA sombra del poder" (una película que cada vez que la veo me gusta más).
Y, desde luego, es una película muy Pollack, muy contenida y de esa catarsis a la que también llega el protagonista cuando hace lo que es debido y deja todo desmantelado. Lo del plano final...es que hay que ser muy buen actor para aguantarlo.
Abrazos quitándome la ropa.
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