jueves, 30 de abril de 2020

EL SARGENTO INMORTAL (1943), de John M. Stahl


Mañana, día 1 de mayo, festividad del trabajo, no habrá artículo. Volveremos de nuevo el martes 5 para seguir hablando sobre cine y recomendar tantas películas que aún quedan por ver. No dejéis de hacerlo.

Puede que el desierto no sea el lugar más indicado para un hombre que siempre ha destacado por su falta de iniciativa. Tal vez, la única decisión que tomó a conciencia fue la de alistarse en el ejército para combatir en el frente. Todo lo demás ha sido una continua espera en su destino. Nunca pudo escribir la novela con la que soñaba. Nunca fue capaz de declararle su amor a la chica de la que estaba enamorado. Incluso cuando se alistó, pudo pedir el ingreso como oficial y prefirió ser soldado raso por el pánico que siente a tomar decisiones. Sin embargo, allí, en la nada, en las noches heladoras y los días inundados de calor, aprenderá a ir hacia adelante con todo. El ejemplo lo tenía ahí mismo, en un sargento resabiado, de esos que parece que han estado en mil guerras y han sobrevivido a todas. En ese tipo que podría haberse cogido la jubilación del ejército y estar descansando en el salón de su casa y que ha preferido estar en el frente, intentando salvar las vidas de los soldados a su cargo y poniendo eso por encima de todo. Quizá ése sea el secreto de la inmortalidad.
Las situaciones desesperadas son las que descubren a los mejores hombres y Colin Spencer debe tomar el mando en determinado momento. Y, a pesar de que vacila, intenta siempre imaginar qué es lo que hubiese dicho o hecho ese sargento que tanta confianza tuvo en él. Las tormentas de arena no le podrán detener. Tampoco las noches emboscadas en un oasis que contiene el agua que han agotado. Ni siquiera las afirmaciones agoreras de un maldito compañero van a poder con su moral. Colin se lo pensará, con calma, con el sudor en la piel y el miedo pegado al cuerpo, pero actuará porque es la única salida para volver a estar frente a la mujer que ama y decírselo cara a cara. Adelante, siempre adelante. Y con la sorpresa en la recámara. No regresarán todos, pero el intento habrá merecido la pena.
Henry Fonda consigue transmitir la angustia que siente Colin Spencer al tener que liderar a unos pocos hombres que sólo quieren sobrevivir. Thomas Mitchell habla con los ojos de ese sargento que es guía en todo lo que ha hecho y parece que vuelve de entre los muertos para seguir cuidando de su pelotón. Maureen O´Hara, bellísima, sólo espera que ese chico tímido y que se menosprecia a sí mismo consiga reunir el suficiente valor para acabar con los alemanes y empezar con su amor. John Stahl logra una película llena de originalidad y talento, con una emboscada imposible en medio de una tormenta de arena como secuencia a recordar. Y, mientras tanto, Colin Spencer va a tener que trabajar muchísimo para ser todo un hombre.

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