El frío atenaza los
huesos cuando se está al borde del abismo más profundo. Allá abajo, en las
profundidades, ocurren cosas inexplicables, como el afán de destrucción que
siempre ha poseído al hombre, el rescate de una cabeza nuclear, o la resurrección
a base de lucha y rabia. No importa demasiado porque nadie lo ve en medio de
una tormenta tropical que aísla a todos y a todo. El mal de presión comienza
con sus temblores y la razón se nubla en las turbias y oscuras aguas, esas
mismas a las que el sol no llega. Sin embargo, también hay algo en el corazón
de los hombres que, además de convertirlos en un ser de destrucción y odio,
hace que sea una raza fascinante, capaz de los mayores sacrificios sólo porque
es correcto hacerlo. Eso debería tener un premio. Aunque venga de más allá de
las estrellas.
El agua es el verdadero
enemigo porque, cuanto más nos sumergimos en busca de sus secretos, más
celosamente los guarda. Los cristales se resquebrajan, al igual que las almas,
y, no obstante, el agua también guarda un abrazo de ternura para quien lo
merezca. El hombre no lo merece… ¿o sí? Sólo se puede hablar por sus actos y la
verdad no puede ser más impresionante, ni más grande, ni más amenazadora.
Tenemos que luchar juntos, sufrir juntos, morir juntos y renacer juntos. Si no,
nada de lo que hagamos tendrá ningún sentido. Lo dicen los amigos del agua.
Quizá, más allá de sus
recientes éxitos, cada vez más espectaculares en cuanto a forma y resultados, Abyss puede ser una de las mejores
películas de James Cameron. Juega con la forma del agua y, también, la de los
sentimientos del ser humano, siempre contradictorios y, a menudo, peligrosos.
Maneja a todos esos seres desesperados a gran profundidad con cierta maestría
porque la salvación suele ser la tarea de unos cuantos. Y eso es, precisamente,
lo que nos hace aún más grandes. No hay sitio para el individualismo, ni para
los egoísmos vanidosos, ni para las imposiciones por la violencia. Toda esa
energía debería emplearse para remar en la misma dirección y tratar de hacer
que el mundo sea un lugar mejor para vivir. Sin tensiones. Sin terribles
mensajes de desesperanza, sin luchas por la supremacía. Al fin y al cabo, ya
vivimos al borde de abismos impensables a los que tenemos que bajar por la
propia supervivencia. Y el mensaje es claro. No debemos dejarnos arrastrar por
ser más, querer más, poseer más y conquistar más. Todos vivimos bajo el mismo
cielo. Todos queremos un futuro mejor para nuestros hijos. Todos estamos en el
mismo planeta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario