Tener alas y sobrevolar
ese estadio que es casa y horizonte. ¿Qué sabrán esos individuos que se ríen
del sueño de un muchacho que sólo quiere elevarse por encima de la multitud
aunque sólo sea para mirarlos desde arriba? Tal vez merezcan morir por
comportarse así. Lejos de los sueños ajenos. Con la mirada siempre hacia el
suelo y nunca hacia el cielo. Son hipócritas ignorantes, conservadores de vieja
escuela incapaces de tener imaginación. Sí, el chaval también comete errores para
realizar lo imposible, pero nadie sabe que tiene un ángel guardándole las
espaldas. También guarda sus inconvenientes porque, dentro de las debilidades
humanas, el amor está ahí, acechante, convirtiendo lo que podría ser un vuelo
ágil y natural en una caída libre. En esta ocasión, el amor no hace más fuerte,
todo lo contrario. Debilita hasta derrengar. Y quizá, ser libre como un pájaro
es sólo eso, una frase bonita. El ser humano nunca es totalmente libre, por
mucho que se desee. Siempre está controlado o confinado por alguna razón. La
tristeza planea. La decepción, vuela.
La soledad también
puede transformarse en un arma mortal. Tanto es así que puede equiparar
distintas clases de ave con la personalidad de la gente. Los hay carroñeros,
vigilantes, cantarines, alegres, siniestros, rápidos, trabajadores, inquietos,
huidizos, confiados. Incluso cazadores y asesinos. Sobre todo para aquellos que
pueden representar un peligro potencial para el vuelo. La burla hacia todo y
hacia todos está ahí mismo. En absurdas reacciones que pretenden mostrar que
las cosas están bien hechas cuando, en realidad, son amigas muy cercanas de la
chapuza. En comportamientos que parecerían irreales si se cuentan, pero que son
mucho más cotidianos de lo que podríamos pensar. En el mismo ser humano, que
busca siempre en los lugares más equivocados. Por eso, Robert Altman no deja de
repetir que el volar es para los pájaros.
Con un reparto de
incondicionales, el director plantea una interesante película que juega con el
surrealismo y los sueños imposibles y que exhibe un tono mucho más dramático
del que luego puso en juego con MASH.
El resultado llega a ser hipnótico en algunas de sus imágenes e ideas, sin
perder nunca ese hilo argumental que tan difuso llega a ser en otros títulos
suyos. Quizá podríamos hablar que esta película es la joya escondida de su
filmografía, con un retrato casi onírico de lo que se denominaría un asesino en
serie. Así que es el momento de desplegar las alas y ampliar el horizonte de
nuestra propia visión. Si ganamos altura, podremos disfrutar de un panorama
original, diferente, levemente maldito y ciertamente fascinante.
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