miércoles, 6 de mayo de 2020

EL VOLAR ES PARA LOS PÁJAROS (1970), de Robert Altman


Tener alas y sobrevolar ese estadio que es casa y horizonte. ¿Qué sabrán esos individuos que se ríen del sueño de un muchacho que sólo quiere elevarse por encima de la multitud aunque sólo sea para mirarlos desde arriba? Tal vez merezcan morir por comportarse así. Lejos de los sueños ajenos. Con la mirada siempre hacia el suelo y nunca hacia el cielo. Son hipócritas ignorantes, conservadores de vieja escuela incapaces de tener imaginación. Sí, el chaval también comete errores para realizar lo imposible, pero nadie sabe que tiene un ángel guardándole las espaldas. También guarda sus inconvenientes porque, dentro de las debilidades humanas, el amor está ahí, acechante, convirtiendo lo que podría ser un vuelo ágil y natural en una caída libre. En esta ocasión, el amor no hace más fuerte, todo lo contrario. Debilita hasta derrengar. Y quizá, ser libre como un pájaro es sólo eso, una frase bonita. El ser humano nunca es totalmente libre, por mucho que se desee. Siempre está controlado o confinado por alguna razón. La tristeza planea. La decepción, vuela.
La soledad también puede transformarse en un arma mortal. Tanto es así que puede equiparar distintas clases de ave con la personalidad de la gente. Los hay carroñeros, vigilantes, cantarines, alegres, siniestros, rápidos, trabajadores, inquietos, huidizos, confiados. Incluso cazadores y asesinos. Sobre todo para aquellos que pueden representar un peligro potencial para el vuelo. La burla hacia todo y hacia todos está ahí mismo. En absurdas reacciones que pretenden mostrar que las cosas están bien hechas cuando, en realidad, son amigas muy cercanas de la chapuza. En comportamientos que parecerían irreales si se cuentan, pero que son mucho más cotidianos de lo que podríamos pensar. En el mismo ser humano, que busca siempre en los lugares más equivocados. Por eso, Robert Altman no deja de repetir que el volar es para los pájaros.
Con un reparto de incondicionales, el director plantea una interesante película que juega con el surrealismo y los sueños imposibles y que exhibe un tono mucho más dramático del que luego puso en juego con MASH. El resultado llega a ser hipnótico en algunas de sus imágenes e ideas, sin perder nunca ese hilo argumental que tan difuso llega a ser en otros títulos suyos. Quizá podríamos hablar que esta película es la joya escondida de su filmografía, con un retrato casi onírico de lo que se denominaría un asesino en serie. Así que es el momento de desplegar las alas y ampliar el horizonte de nuestra propia visión. Si ganamos altura, podremos disfrutar de un panorama original, diferente, levemente maldito y ciertamente fascinante.

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