martes, 24 de noviembre de 2020

FANDANGO (¿Dónde dices que vas?) (1985), de Kevin Reynolds

 

Tal vez sea el momento de darle una última vuelta a los privilegios de la juventud. La universidad ha terminado y la vida llama con fuerza. A la vuelta de la esquina esperan el matrimonio y Vietnam. Y bien merece la pena saltarse la graduación para buscar una aventura más allá de la frontera mejicana. ¿Quién sabe? Puede que hasta sea posible descubrir un secreto bien escondido, o brindar una última vez, o decirle al cielo que ha sido bonito, o disfrutar de ese sabor que tanto se pierde y que sólo tiene la amistad. Por supuesto, en el paquete va incluido el encontrarse con algunos personajes algo pintorescos, hacer unas cuantas locuras, darse cuenta del mapa que se ha dibujado conociendo a esa familia que eliges y que son los amigos y darse cuenta de que la vida es realmente corta y que hay que exprimir hasta que no quede ni una gota. Los kilómetros caen solos y las miradas de despedida se suceden. Todos ríen porque saben que van a llorar muy pronto y, aún peor, tienen la certeza de que no habrá ningún hombro en el que consolarse.

Es hora de dejar parte del equipaje en el camino, pensar en la pérdida de la inocencia a la que ha condenado la madurez y también reconocer a aquellos que han construido tu propia personalidad a través de los años de infancia y adolescencia. No es un lamento. Durante el viaje van desfilando los momentos de buen humor, hay diversión y estos chicos que van a afrontar sus primeras decisiones saben que han vivido y que ahora hay que pagar. La magia parece confundirse con el polvo de México y más allá de la frontera van a dejar todos los deseos que se han ido diluyendo con el fin de esa etapa que, al fin y al cabo, siempre se recuerda y que se va para no volver. En esos instantes es cuando se pone de manifiesto la sensibilidad de las personas. Aunque sea a bordo de un coche. Aunque sea para desenterrar algo que quedó atrás con el único fin de mirar hacia adelante.

Kevin Costner resulta realmente auténtico en esta película dirigida por Kevin Reynolds. A través de él, podemos intuir cómo ha sido el roce entre estos amigos que, muy pronto, dejarán de serlo físicamente, pero no espiritualmente. En su expresión, se dibuja la certeza de que cualquier momento álgido, origina un débito en lo más bajo y, tarde o temprano, hay que pasar por caja. Los sueños, esa dulce sensación en la que nos perdemos cuando creemos que la amistad es lo máximo y que va a durar siempre, se pierden en el horizonte aunque, tal vez, no desaparezcan del todo. Éste va a ser un viaje en el que la sombra de Vietnam nunca se desvanece y puede considerarse la última oportunidad para ser jóvenes y la primera para aprender a volar. Al fondo, el cristal refulgirá con sus burbujas y unas palabras lanzadas al viento. No, no son momentos para olvidar. Todo lo que vendrá después sí que debería caer en un baúl que no pudiera volver a abrir.

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