En una época en la que
el máximo exponente de la imagen del cine francés era Alain Delon, Jean Paul
Belmondo surgió como ese actor de cara de granito granuja que caía
irremediablemente bien en todos sus papeles. Heredero directo del físico de
Jean Gabin o, incluso, de un ágil Lino Ventura, Belmondo entornaba los ojos
como intentando comprender un mundo que solía escapársele dentro de sus
limitados parámetros de lógica y que, sin embargo, salvaba con indudables
rasgos de inteligencia.
Resulta imposible
resumir en unas pocas líneas una filmografía tan larga y extensa como la de
este actor casi inclasificable dentro del panorama del cine francés y europeo.
No cabe duda de que hay que recordar ese delincuente por vocación que encarna
en Al final de la escapada, a las
órdenes de Jean Luc Godard y que le convierte en un rostro afín, cargado de
irregularidades, a la nouvelle vague.
Belmondo demostró desde el principio que podría ser el malo que toda chica
quiere encontrar, pero también el experto que a todo jefe le gustaría tener y
el simpático en el que toda sonrisa quiere apoyarse. Ahí está su aparición en Dos mujeres, de Vittorio de Sica, o la
estupenda Un tal La Rocca, de Jean
Becker al lado de Christine Kauffman. Es inolvidable su habilidad para ser un
héroe de espada justiciera sin dejar de lado su vertiente más socarrona en Cartouche, haciendo pareja con Claudia
Cardinale bajo la dirección de Philippe Broca.
Sin embargo, Belmondo
también era capaz de acercarse al mejor Bogart aprovechando la singularidad de
su rostro en una película que pasa por ser de las mejores de ese género que se
ha dado en llamar Polar. Fue a las
órdenes de Jean Pierre Melville en esa obra maestra de cine negro que es El confidente, intentando salir de un
lío en el que todas las maledicencias parece que se centran en su personaje
que, en ningún momento, salta sobre su honor. Honor de sombrero de ala y
pistola en la sobaquera, pero honor, al fin y al cabo.
De ahí salta a la
aventura un poco más extravagante, convirtiéndose en uno de los actores
favoritos para encarnar a los héroes de acción y El hombre de Río es, quizá, la primera de toda la serie. Emparejado
a Françoise Dorleac, Belmondo da prueba de sus habilidades en todo tipo de
situaciones delicadas intentando salvar a la chica de sus sueños de unos
perversos secuestradores.
Entre salto y salto
vuelve al cine más intelectual con Pierrot,
el loco, otra vez con Godard y prueba en el registro desenfadadamente
aventurero con inspiración en Julio Verne de Las tribulaciones de un chino en China, donde conoce a Ursula
Andress y con la que inicia un romance. Interviene también en producciones de
repercusión internacional como Casino
Royale y muy especialmente ¿Arde
París?, donde él solo, acompañado de una chica, toma por obra y cuenta de
la República el Palacio del Elíseo.
Más tarde, realiza el
sueño de trabajar con François Truffaut y rueda con él la estupenda La sirena del Mississipi, con la
compañía de Catherine Deneuve y basándose en la novela de Cornell Woolrich. Y,
al año siguiente, en 1970 es coprotagonista de uno de los más grandes
acontecimientos del cine francés. Borsalino,
de Jacques Deray significa el encuentro en pantalla de las dos máximas
estrellas del firmamento galo: Jean Paul Belmondo y Alain Delon. El fondo es la
historia de dos matones marselleses que llegan a lo más alto dentro del mundo
del hampa despertando todo tipo de envidias y rencores. Con una ambientación
excelente, la película fue todo un éxito en la época.
Se mueve como pez en el
agua en los terrenos de la picaresca de la Revolución Francesa en Gracias y desgracias de un casado del año
Dos, en donde se encuentra con Laura Antonelli y también inicia una
historia de amor que duró más de diez años. Al año siguiente, tiene uno de sus
mayores éxitos dentro del terreno del cine de acción como es El furor de la codicia enfrentándose en
un atractivo duelo a Omar Sharif con Dyan Cannon como testigo sin salirse de la
producción francesa. También es el compañero de Jacqueline Bisset en la parcialmente
fallida Cómo destruir al más famoso
agente secreto del mundo, en la que encarna a un escritor que vive
demasiado realmente las aventuras del personaje protagonista de sus novelas. Da
otra vez en la diana a las órdenes de Henri Verneuil con Pánico en la ciudad, un trepidante thriller con un inspector dando caza a un temible psicópata que
deambula por las calles de París.
Para no faltar a la
costumbre, comparte cabecera de cartel con Raquel Welch en El animal, de Claude Zidi,
visitando uno de los mundos que más le atraían como era el de los
especialistas de cine siendo uno de esos actores que, en muchas ocasiones,
realizaba él mismo las escenas peligrosas. Se suceden los títulos de acción
porque, sin duda, es el que mejores resultados le proporciona. El cuerpo de mi enemigo, de Henri
Verneuil, quizá el director que mejor supo explotar su vena comercial; Yo impongo mi ley a sangre y fuego, de
Georges Lautner; El profesional,
también con Lautner y que constituyó otro gran éxito; El marginal, de Jacques Deray; Asalto
al banco de Montreal, de Alexandre Arcady, en la que empieza ya a reírse un
poco de sí mismo; El solitario,
también con Deray…Lamentablemente, el género pareció agotarse a finales de los
ochenta. No obstante, Belmondo tenía recursos suficientes como para sobrevivir
y, aunque no se retiró del cine, obtuvo un éxito resonante con su
interpretación en las tablas de Cyrano de
Bergerac permaneciendo en París varios años en cartel. Por supuesto, como
no podía ser menos, también preparó y escribió su propia autobiografía con el
título de Belmondo por Belmondo,
publicado en 2016.
Puede que, con su marcha, el cine haya dejado de tener un aire socarrón y comience a tomarse demasiado en serio. Lo que es cierto es que un actor con cara de granito granuja como Jean Paul Belmondo dejó tras de sí un rastro de honestidad, de saber en todo momento cuáles eran sus limitaciones y sus excepcionales virtudes, con una sonrisa de inteligencia, con una pirueta en algún lugar impensable.
4 comentarios:
Uno de los grandes ... y van quedando pocos.
Cada vez menos, para nuestra desgracia.
Un actor extraordinario que marcó toda una época.en el cine europeo.
Cierto. Cogió el toro de la aventura europea por los cuernos. Para algunos, muy comercial. Para otros, muy valiente. Para mí, un actor más apreciable de lo que se cree generalmente.
Publicar un comentario