lunes, 13 de septiembre de 2021

JEAN PAUL BELMONDO: GRANITO GRANUJA

 


En una época en la que el máximo exponente de la imagen del cine francés era Alain Delon, Jean Paul Belmondo surgió como ese actor de cara de granito granuja que caía irremediablemente bien en todos sus papeles. Heredero directo del físico de Jean Gabin o, incluso, de un ágil Lino Ventura, Belmondo entornaba los ojos como intentando comprender un mundo que solía escapársele dentro de sus limitados parámetros de lógica y que, sin embargo, salvaba con indudables rasgos de inteligencia.

Resulta imposible resumir en unas pocas líneas una filmografía tan larga y extensa como la de este actor casi inclasificable dentro del panorama del cine francés y europeo. No cabe duda de que hay que recordar ese delincuente por vocación que encarna en Al final de la escapada, a las órdenes de Jean Luc Godard y que le convierte en un rostro afín, cargado de irregularidades, a la nouvelle vague. Belmondo demostró desde el principio que podría ser el malo que toda chica quiere encontrar, pero también el experto que a todo jefe le gustaría tener y el simpático en el que toda sonrisa quiere apoyarse. Ahí está su aparición en Dos mujeres, de Vittorio de Sica, o la estupenda Un tal La Rocca, de Jean Becker al lado de Christine Kauffman. Es inolvidable su habilidad para ser un héroe de espada justiciera sin dejar de lado su vertiente más socarrona en Cartouche, haciendo pareja con Claudia Cardinale bajo la dirección de Philippe Broca.

Sin embargo, Belmondo también era capaz de acercarse al mejor Bogart aprovechando la singularidad de su rostro en una película que pasa por ser de las mejores de ese género que se ha dado en llamar Polar. Fue a las órdenes de Jean Pierre Melville en esa obra maestra de cine negro que es El confidente, intentando salir de un lío en el que todas las maledicencias parece que se centran en su personaje que, en ningún momento, salta sobre su honor. Honor de sombrero de ala y pistola en la sobaquera, pero honor, al fin y al cabo.

De ahí salta a la aventura un poco más extravagante, convirtiéndose en uno de los actores favoritos para encarnar a los héroes de acción y El hombre de Río es, quizá, la primera de toda la serie. Emparejado a Françoise Dorleac, Belmondo da prueba de sus habilidades en todo tipo de situaciones delicadas intentando salvar a la chica de sus sueños de unos perversos secuestradores.

Entre salto y salto vuelve al cine más intelectual con Pierrot, el loco, otra vez con Godard y prueba en el registro desenfadadamente aventurero con inspiración en Julio Verne de Las tribulaciones de un chino en China, donde conoce a Ursula Andress y con la que inicia un romance. Interviene también en producciones de repercusión internacional como Casino Royale y muy especialmente ¿Arde París?, donde él solo, acompañado de una chica, toma por obra y cuenta de la República el Palacio del Elíseo.

Más tarde, realiza el sueño de trabajar con François Truffaut y rueda con él la estupenda La sirena del Mississipi, con la compañía de Catherine Deneuve y basándose en la novela de Cornell Woolrich. Y, al año siguiente, en 1970 es coprotagonista de uno de los más grandes acontecimientos del cine francés. Borsalino, de Jacques Deray significa el encuentro en pantalla de las dos máximas estrellas del firmamento galo: Jean Paul Belmondo y Alain Delon. El fondo es la historia de dos matones marselleses que llegan a lo más alto dentro del mundo del hampa despertando todo tipo de envidias y rencores. Con una ambientación excelente, la película fue todo un éxito en la época.

Se mueve como pez en el agua en los terrenos de la picaresca de la Revolución Francesa en Gracias y desgracias de un casado del año Dos, en donde se encuentra con Laura Antonelli y también inicia una historia de amor que duró más de diez años. Al año siguiente, tiene uno de sus mayores éxitos dentro del terreno del cine de acción como es El furor de la codicia enfrentándose en un atractivo duelo a Omar Sharif con Dyan Cannon como testigo sin salirse de la producción francesa. También es el compañero de Jacqueline Bisset en la parcialmente fallida Cómo destruir al más famoso agente secreto del mundo, en la que encarna a un escritor que vive demasiado realmente las aventuras del personaje protagonista de sus novelas. Da otra vez en la diana a las órdenes de Henri Verneuil con Pánico en la ciudad, un trepidante thriller con un inspector dando caza a un temible psicópata que deambula por las calles de París.

Para no faltar a la costumbre, comparte cabecera de cartel con Raquel Welch en El animal, de Claude Zidi,  visitando uno de los mundos que más le atraían como era el de los especialistas de cine siendo uno de esos actores que, en muchas ocasiones, realizaba él mismo las escenas peligrosas. Se suceden los títulos de acción porque, sin duda, es el que mejores resultados le proporciona. El cuerpo de mi enemigo, de Henri Verneuil, quizá el director que mejor supo explotar su vena comercial; Yo impongo mi ley a sangre y fuego, de Georges Lautner; El profesional, también con Lautner y que constituyó otro gran éxito; El marginal, de Jacques Deray; Asalto al banco de Montreal, de Alexandre Arcady, en la que empieza ya a reírse un poco de sí mismo; El solitario, también con Deray…Lamentablemente, el género pareció agotarse a finales de los ochenta. No obstante, Belmondo tenía recursos suficientes como para sobrevivir y, aunque no se retiró del cine, obtuvo un éxito resonante con su interpretación en las tablas de Cyrano de Bergerac permaneciendo en París varios años en cartel. Por supuesto, como no podía ser menos, también preparó y escribió su propia autobiografía con el título de Belmondo por Belmondo, publicado en 2016.

Puede que, con su marcha, el cine haya dejado de tener un aire socarrón y comience a tomarse demasiado en serio. Lo que es cierto es que un actor con cara de granito granuja como Jean Paul Belmondo dejó tras de sí un rastro de honestidad, de saber en todo momento cuáles eran sus limitaciones y sus excepcionales virtudes, con una sonrisa de inteligencia, con una pirueta en algún lugar impensable.

4 comentarios:

Javier Quijada dijo...

Uno de los grandes ... y van quedando pocos.

César Bardés dijo...

Cada vez menos, para nuestra desgracia.

J. S. Vila dijo...

Un actor extraordinario que marcó toda una época.en el cine europeo.

César Bardés dijo...

Cierto. Cogió el toro de la aventura europea por los cuernos. Para algunos, muy comercial. Para otros, muy valiente. Para mí, un actor más apreciable de lo que se cree generalmente.