martes, 15 de febrero de 2022

BÉSALAS POR MÍ (1957), de Stanley Donen

 

Para unos tipos que han ganado unas cuantas medallas también es un descanso alejarse de la guerra. Lo mejor es cogerse una suite en un hotel de San Francisco y dejarse de esas zarandajas de las relaciones públicas que quiere encasquetar el ejército. Hay que montar una buena fiesta, con chicas que hagan que los disparos estén aún más lejos y con bebida a mansalva. Y, por supuesto, habrá que liar al Comandante que está a cargo de los sucesivos actos de propaganda bélica. Son sólo cuatro días de permiso. Cuatro días para olvidarse de todo lo que han visto y hecho. Cuatro días en los que la muerte también tendrá que tomarse unas vacaciones.

Por supuesto, hay que intentar por todos los medios no caer enamorado. Las chicas están bien para pasar un rato, pero para unos soldados que van a volver pronto al frente, el amor no es más que una bomba de espoleta retardada. Sin embargo, una vez bien liado el Comandante, tanto que ya es el que organiza todo, va a haber otros intereses que tiren hacia el podio, el discurso, la recogida de bonos, la bandera y todo eso. ¡Qué diablos! Se las han visto peores y son individuos con recursos más que suficientes como para dar esquinazo a toda la plana mayor del ejército, a los millonarios con ínfulas y hasta al siempre inoportuno amor. Y, cuando se vayan, bésalas por mí, amigo.

Stanley Donen despliega su elegancia habitual tras las cámaras para narrar esta comedia que, en el trasfondo, también esconde algo de tragedia. Divertida, ocurrente, con grandes momentos de equívoco y de ingenio, Donen nos lleva por los engaños de estos pícaros héroes con auténtico deleite. Claro que Cary Grant en la piel del Comandante Crowden, al frente de todo el dislate, también lo pone muy fácil. Al lado de él, una espléndida Suzy Parker que, quizá, sea una de las partes más serias de la película. Y, por supuesto, hay que destacar al siempre eficaz Ray Walston dando vueltas alrededor de la explosiva y, aquí, muy aceptable Jayne Mansfield, que no duda en demostrar con desparpajo sus dotes cómicas. El resultado es una película muy agradable, de diálogos ingeniosos y mordaces, de actitudes que sugieren y ganan y de destinos que no dejan de estar ahí por muchas copas que hayan tomado.

Y hay que tener la mente abierta, igual que el corazón, para que el idealismo no deje de rondar entre medias de este permiso que abre la puerta a la esperanza. Hay cosas que no deben decirse, sólo expresarse. Y aquí hay unas cuantas en esa suite que se va a convertir en la alegría del hotel. Luego, el destino hará su aparición y es posible que realice una última vuelta de tuerca para ser el burlón definitivo. Mientras tanto, habrá que pasarlo bien con películas que sólo buscan ser entretenidas, divertidas, algo inocuas, tal vez, pero que no dejan de agradar a todos los que se acercan. Algo así como posar en fotos con héroes de guerra que son capaces de vender armamento nuevo al gobierno. Algo parecido.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Maravillosa