Volver a las raíces
siempre levanta recuerdos que quedaron enterrados por el tiempo. Ralph Anderson
regresa y las cosas han cambiado demasiado. Él trabaja para un gángster y ha
sido enviado para reconocer el terreno y despejarlo todo para organizar la
salida clandestina del país de su jefe. Sin embargo, Ralph se encontrará allí
con todo lo que ha dejado atrás y que no quería encontrar. Por allí, por
supuesto, anda su antiguo amor, aquella que aún le recuerda que hubo algo en su
corazón, y que ahora es la mujer de su propio hermano. También está su padre
que sigue ocupando el cargo de sheriff local. Ralph ha anidado en el cinismo y
allí no le vale. Debe recolocar su conciencia y le va a costar mucho trabajo
porque ha abandonado los escrúpulos por el camino. La vida le ha zarandeado y
le ha dirigido y no en el mejor sentido. Ralph hará que cambien las cosas.
Puede que sea una última oportunidad para demostrar que aún es un hombre.
La desolación parece
que es el cielo habitual de ese pequeño pueblo en medio del desierto de
California. Y es el escenario ideal para que el hijo pródigo regrese con la
muerte y la destrucción. Ralph estudió leyes cuando salió de allí y se vendió
al dinero y al interés. Es hora de reparar daños y reconstruir vidas. Tendrá que
lidiar con los celos de su hermano y el recelo de su padre. El desastre está
muy cerca y Ralph deberá sortear muchos peligros. La psicología y la sorpresa
rodearán su raciocinio. Y habrá que usar parte de lo que ha aprendido en los
bajos fondos para que su ética permanezca a salvo a pesar de que ya está medio
ahogada. Lo va a tener difícil. Y la trampa es para su jefe y para él.
Richard Widmark
protagonizó y produjo esta película que se mueve dentro del género negro
salpicado con unas gotas de inoportuno melodrama. Aún así, es una buena
historia, con excelentes trabajos del propio Widmark, de Lee J. Cobb en la piel
de ese mafioso que trata de huir de la acción de la justicia y de Earl Holliman
como el hermano del protagonista. La dirección de Norman Panama es acertada y
muy alejada de sus habituales incursiones en la comedia, armando un suspense
muy interesante en el que siempre se interpone el dilema moral. La bajeza se
mezcla con habilidad entre los tortuosos caminos de la neurosis y, a pesar de
algunos tópicos, la película se precipita por abismos de oscuridad realmente
inquietantes. Algo de lejos parece como si estuviera respirando el mismo polvo
que aquella maravillosa Conspiración de
silencio, de John Sturges.
La tensión se puede
cortar con un cuchillo mientras Ralph trata de solucionar el hecho de que su
familia ha atajado el paso a la Mafia. Las amenazas casi son silenciosas y el
pasado parece aliarse con los tipos con un bulto sospechoso debajo de la axila.
El enfrentamiento es inevitable y todo parece que se cae y se resbala entre los
dedos como un puñado de arena del desierto.
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