Quizá el alcoholismo
tuvo algo que ver con aquella decisión de no ir a combatir. Pasados los años,
eso está pasando factura en la carrera del Profesor Graham Weir y sigue dando
clase de lo mismo, a distintos chicos que parecen los mismos, en la misma
escuela de siempre. Todo el mundo le mira con cierto desdén. El director de la
escuela, sus alumnos e, incluso, su propia esposa. Dentro de él han habitado
demasiados miedos, demasiadas inseguridades y demasiadas incertezas. La vida le
pasó por encima y no supo agarrarse a ella. Dejó que siguiera de largo y ahora
la tiza es muy aburrida, aunque su inteligencia sigue más o menos incólume. Y
aún va a haber un problema mucho mayor.
Una alumna sí que le
aprecia. Cree que es un profesor brillante, con cierto atractivo, con mucho
encanto dentro de su aparente timidez llena de gestos cálidos. Weir se preocupa
de ella y quiere que la chica progrese en esa aburrida escuela de ningún lugar
de Londres, pero los términos se confunden y ella cree estar enamorada de él.
Weir, con mucha delicadeza se disculpa y ofrece un gentil rechazo. Y ése es
sólo el primero de los problemas porque la mente infantil de esa adolescente no
dudará en inventarse una mentira sexual para ponerle en aprietos. Si Graham
Weir rehusó ir a la guerra, ahora va a tener una particular.
Es fácil escoger como
presa a un hombre que se sabe perdedor. Él escogió un camino difícil a pesar de
que todo el mundo crea que fue a lo más sencillo. Sacrificó sus ideales en el
fondo de un vaso de whisky a cambio de la más ingrata de las tareas dentro de
la enseñanza. Cree en su trabajo y, sin duda, es un hombre de principios
porque, incluso, llegó a ir a prisión por objetar su reclutamiento. Y, sin
embargo, lo creen débil cuando guarda una enorme valentía en su interior. Las
personas que se dejan manipular no siempre son las más cobardes aunque, tal
vez, sí que sean presas de la confusión. Sólo les hacen falta agallas y quizá
sea así porque es su elección. Al fin y al cabo, ser lo que los demás quieren
que seas no siempre es el camino más recto hacia la felicidad. En esta ocasión,
Graham Weir es un personaje que vive en un mundo de tristeza porque nadie ha
sabido leer en él…y la única persona que lo ha hecho es una niña de quince años
que sueña con vivir un romance.
Laurence Olivier da un par de lecciones dentro del personaje de Graham Weir, acosado, fracasado, llevando el peso del mundo sobre sus hombros porque no le queda ninguna otra salida. Simone Signoret es su mujer, sin confianza, sin ánimo, sin ninguna esperanza sobre él. Sarah Miles es la chica que necesita ayuda y, cuando la encuentra, cree que el amor está en todas partes y hará todo lo que esté en su mano para conservarlo. Terence Stamp es el alumno conflictivo, odioso, despreciable y despreciativo, isla de juventud agónica en un mundo de adultos gris y feo que le espera con los brazos cerrados. Tras las cámaras, Peter Glenville, con sobriedad y estilo grabados en la pizarra. Y los espectadores, atentos, no sea que, en un momento dado, el profesor se dé la vuelta y haga la pregunta que todos nos tememos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario