viernes, 4 de febrero de 2022

PRÉSTAME TU MARIDO (1964), de David Swift

 

Todo por la herencia. Al fin y al cabo, sólo es necesario fingir algo de felicidad para cobrar la nada desdeñable suma de quince millones de dólares y no hay nada como un par de vecinos encantadores como Sam y Minnie para llevar a cabo la farsa. Que él pase como el marido y ya está. Y al detective que han puesto para destapar cualquier superchería le van a confundir con una serie de pequeños trucos. Ya se sabe, un tipo está cansado de su morena de ojos azules y cruza con frecuencia el pequeño jardín que le separa de una rubia de ojos azules. Es normal y bastante habitual. Sin embargo, hay un pequeño problema. Sam trabaja en una empresa de publicidad y tiene que llevar una cuenta que desea a la mejor pareja para representar la estabilidad, el cariño, toda esa milonga del estilo americano de vida y un fotógrafo indiscreto le ha elegido a él con su falsa esposa. Todo se lía de la manera más tonta. Y resulta que hay un buen puñado de carteles por toda la ciudad anunciando no sé qué, pero con el nombre cambiado y la esposa, también….bueno, es mejor verlo para creerlo, porque va a haber que pintar todos los carteles en una sola noche para que la gente no se dé cuenta y los millones no vuelen y el marido de la chica vuelva y se pase con Minnie, la mujer de Sam y…todo por hacer un favor de quince millones de dólares.

Aunque, tal vez, todo no sea el dinero. También está la felicidad y el dinero, sin duda, manda a buscarla, pero no es el único ingrediente. Está el auténtico cariño, la verdadera naturaleza de esa preocupación por el otro, la seguridad de que la casa es el hogar y de que todo lo demás es prescindible, salvo la otra persona. Y, claro, si se puede tener hogar y dinero, mejor…pero si no…es preferible el hogar.

Jack Lemmon, como siempre, está fantástico en la piel de Sam Bissell, el publicista que se ofrece para echar una mano a su vecina y amiga Janet Lagerlof para que pueda cobrar una herencia que pone como condición indispensable que ella esté felizmente casada. Romy Schneider pone las cosas difíciles a cualquier marido prestado y como parejas desparejadas están una excelente Dorothy Provine, que aporta alguna que otra dosis de comicidad bien medida, y Mike Connors que destaca por la elegancia y el comedimiento en sus reacciones que llegan a ser patológicamente confusas por la situación. David Swift dirige con ritmo, precisión y buen gusto una comedia que posee toques de erotismo muy sugeridos, situaciones estrambóticas, enredos de primera división y ese color de los años sesenta que se fueron para no volver.

Y es que, se quiera o no, prestar al marido no deja de ser un riesgo. Sobre todo si la prestataria es alguien como Romy Schneider. Las sospechas se van instalar entre vecinos porque al pobre Sam le van a obligar a cenar y a recenar para que nadie se sienta ofendido. Es tan buena persona…él lo hace para ayudar…

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