miércoles, 14 de septiembre de 2022

BULLET TRAIN (2022), de David Leitch

 

Siendo sinceros habría que decir que lo único que hay que hacer para seguir esta película es subirse al tren y dejar que la velocidad te lleve. El argumento va a discurrir por las vías del absurdo con la rapidez como insignia. De esta manera, se podrá disfrutar de una película que es espectáculo japonés desquiciado, Tarantino pasado por un filtro oriental un tanto alejado de Kill Bill, diálogos de risa floja y, simplemente, entretenimiento pasado por sangre.

Y es que, sin duda, es una película que conserva algunas ideas originales, siempre jugando con la perplejidad que provocan determinadas actitudes y algunos derrapajes. Incluso contiene alguna línea ingeniosa que arranca una sonrisa sin llegar a la carcajada. Sin embargo, en varios momentos, se decanta por la tuerca suelta y el intento de risa floja y ahí es donde pierde bastante porque es una historia que, bien sujeta, podría haber coqueteado con la comedia de acción de resultados más que notables. Mucho Japón, mucha sonrisita falta, mucha reacción desmedida e inesperada, pero cuando eso es lo que se convierte en costumbre, entonces la sorpresa disminuye y ya no hace tanta gracia tonta.

Por supuesto, resulta reconfortante ver la seguridad de Brad Pitt haciendo el papel de estúpido que intenta encontrar explicaciones a lo que, sencillamente, no tiene ninguna. Y hay algunos puntazos de complicidad con el espectador en las apariciones especiales de Michael Shannon, Sandra Bullock, Channing Tatum y Ryan Reynolds. Sin embargo, teniendo en cuenta que todo el viaje gira en torno al director David Leitch, responsable de llevar al extremo al héroe más anti-héroe de todo el universo Marvel como Deadpool en su segunda parte, empiezas a entender algunas cosas. ¿Me estoy enrollando mucho o es que las letras salen porque están destinadas a ser escritas?

El caso es que no es necesario gastar ni una sola neurona en verla, eso es cierto. Todo se resuelve a base de mamporros, de alianzas imposibles combinadas con enfrentamientos brutales y, al final, uno se queda con la pregunta sobre si la suerte es algo que está planeado con antelación o es una sucesión de hechos inesperados que deben ser vengados porque las distintas fuerzas que rigen la existencia se confabulan para que corran los higadillos por los pasillos del tren de alta velocidad.

Sin duda, las secuencias de acción están bien resueltas y no se hacen muchas concesiones al espectador. Algunas secuencias no se las cree ni un japonés viendo a Pokémon, pero allá cada cual con lo que es capaz de tragar. Ya saben, el limón y la mandarina son dos cítricos que son bastante opuestos, pero que coinciden plenamente en su poder desinfectante. Las mariquitas, no obstante, siempre se plantean el por qué de las cosas y van de planta en planta, tratando de no perder sus alas. Lobos, voces sensuales por teléfono, destrozos por doquier, viejos de sabiduría de templo imperial, pestes blancas omnipresentes…mucho sol naciente que, sin atisbo de indecisión, deleitará a los incondicionales de las historias cogidas con pinzas, de los arrasamientos inesperados y de esa especie de adoración hacia todo lo que signifique que todo se va a tomar por donde amargan los pepinos nipones.

Y el caso es que, de alguna manera, los implicados en la historia, por una razón u otra, no pueden abandonar el tren. Es como si Luis Buñuel y El ángel exterminador hubieran comprado un billete de vía rápida…

4 comentarios:

dexterzgz dijo...

Me has dejado ojiplático con esto último de Buñuel. Francamente, se le podía haber sacado mucho más jugo a esta película con algo más de esfuerzo. No hay ganas, es como si la película se moviese a golpe de inercia que al final deriva en fatiga. Hablas de Tarantino, pero yo ahí vi más casi a Guy Ritchie, aunque en el fondo es lo mismo, porque en un momento dado el primero copió al segundo y le dio la vuelta. Y es una pena que al final los modelos a imitar se hayan quedado en clichés que ya ni epatan ni - lo que casi es peor- entretienen. Aquí, los cameos de la Bullock, el Chaning y cia podían haber resultado una cosa simpática y se quedan en un "ah, pues vale".

La película en sí es toda un "ah, pues vale". Me queda la presencia de Brad Pitt, siempre carismático, capaz de que hacer que te subas a cualquier tren con él.

Por cierto, aunque sea con un poquitín de retraso, bienvenido.

Abrazos veloces

César Bardés dijo...

A ver,no es que vea referencias de Buñuel y, desde luego, seguro que a los responsables ni se les ha pasado por la cabeza, pero me hizo gracia que nadie se baje del tren hasta el final y se me ocurrió. Locura propia de crítico ido de olla.
En cuanto a la película, yo es que creo que la película es lo que es. Una cosita sin ninguna pretensión (es verdad, más cercano a Ritchie que a Tarantino porque es mucho más superficial), mucho más cercana al espíritu de "Deadpool" que otra cosa, con mucha coreografía, mucha acción sin más argumento que la vía del tren y ya está. Sorprende que Brad Pitt se meta en un proyecto de estas características, pero me imagino que muchos están haciendo lo imposible para que la gente vuelva a las salas de cine. Una cosita sin importancia que no pretende más que ser un festival de tortazos con algún que otro toque "gore".
Gracias por la bienvenida.
Abrazos desde la ventanilla.

Anónimo dijo...

#enfermerarecortadita
La película me encantó. UNA Película sin más. Para evadirte. Y lo consigue. Me pareció genial. Creo que los actores famosos hacen determinadas películas simplemente para divertirse . Y para eso voy yo al cine. Para divertirme. Y yo tb pensé en Buñuel.

César Bardés dijo...

Sin duda, pura evasión. Sin más. Sí, posiblemente tengas razón. Hay muchos actores que, a veces, hacen películas de pura intrascendencia sólo para divertirse, para alcanzar registros mucho más relajados. Y haces pero que muy bien de ir al cine para divertirte. De hecho, es la primera obligación que tiene cualquier película. La diversión a través de la emoción.
Gracias por tu comentario.