Quizá
haya personas que se despierten de repente en algún lugar perdido y piensen que
merece la pena empezar un proyecto de vida allí. Las montañas parecen anuncios
de Dios, el verde campea por la mirada, la lluvia es la verdad y puede que no
esté nada mal rehabilitar algunas casas para ver si alguien se anima a repoblar
el paraíso. El viento también sopla y, por supuesto, las energías renovables
alquilan terrenos para instalar sus enormes molinos. Es la lucha entre lo tradicional
y lo nuevo, el deseo de conservar la esencia del sabor de vivir y la certeza de
que ya es hora de salir del sacrificio y mirar al cielo con sensación de
libertad. Y allí, en el mismo centro del paraíso, la tensión puede ser el abono
de toda la ira.
Y es que siempre
subyace un cierto sentimiento de inferioridad en las profundidades del
territorio cuando algún extraño viene con ideas nuevas, como si ellos fueran
los únicos con derecho a cambiar las cosas. Y, tal vez, los lugareños sientan
que el derecho se lo han ganado ellos a base de sudor, de limpiar corrales, de
años y años de encallecerse las manos, de trabajo dura y ninguna satisfacción
porque no ha habido más diversión que las partidas de dominó, el chato de vino
en la única taberna del pueblo y marcharse de caza de vez en cuando. Sin
embargo, hay que entender el otro punto de vista, el del forastero que creyó
ver allí, en la inmensidad de la misma Naturaleza, una oportunidad para vivir
en consonancia con sus ambiciones de tranquilidad, de trabajo duro, sí, pero
también de satisfacción. Esa misma que da el devorar un buen plato de jamón
serrano con pan gallego mientras se admira la huella de un monte que siempre
regala un amanecer tras sus laderas.
Impresionante trabajo
de Rodrigo Sorogoyen a la dirección de una película que destaca por la virtud
de la contención, midiendo con precisión los tiempos y contando con la
colaboración de un actor con la convicción y la solidez de Luis Zahera, que
transforma cada palabra en una sentencia y que hace de la virtud, precisamente,
la peor debilidad de la película porque, sencillamente, cuando él no está en
escena, la trama muere levemente. Sin duda, también hay que destacar el papel
desempeñado por Marina Fois, dominadora de miradas, también enormemente contenidas
en todo momento, con un momento cumbre en la terrible y emocionante discusión
con su hija en la cocina de la casa en el que se pone de manifiesto el salto
generacional casi insalvable que se ha construido entre una juventud que ni
admite, ni quiere ser aconsejada, que desprecia a sus mayores y que sólo la
experiencia puede curar de sus males. Mención especial también para Denis
Menochet, el recordado señor Lapatite de Malditos
bastardos, de Quentin Tarantino, pusilánime aunque decidido; y para Diego
Anido, penetrante con su forma de mirar pétrea que esconde todos los rencores
que luchan por salir y rapar a la bestia que impide su progreso.
Este extraño cruce de Perros de paja, de Sam Peckinpah, y de Conspiración de silencio, de John Sturges, nos sumerge en el miedo rural, en la belleza siniestra que se puede esconder en tierras que han sido labradas y heridas, en animales que se han dado mil paseos y han pastado en el verde del Edén para dar la mejor leche y la carne más sabrosa mientras la rabia por el sacrificio diario puede crecer dentro de personas que, más allá de todo lo que puede inspirar un paisaje bucólico y abrumadoramente sano, quieren dejar de levantarse a las cinco de la mañana, no les apetece seguir oliendo a estiércol y no pueden ver más allá del hecho de que cada día es exactamente igual al anterior.
5 comentarios:
Excelente resena...EXCELENTE. Ya Ethan había mencionado esta peli en su blog. Voy a enviarle un enlace al tuyo.
Yo que tú no lo haría, Alí. No nos llevamos nada bien. Gracias por considerar que es excelente algo que yo pueda escribir.
Buenas,
Precisamente me ha vuelto a traer acá el comentario que he visto en el blog que se nombra arriba. Al ver el nombre de tu blog, me he dicho: "Anda, si es donde comentaba antes de vez en cuando". Pues nada, saludos César (Solía entrar con cuenta Google, creo que con "Suso Susillo", y mi nombre Jesús. También hemos compartido ondas de radio dos o tres veces. Hablo de tiempos pre-pandémicos, claro).
Nota:
Ya puestos y si me lo permites, decirte que para mí "As bestas", que tiene una primera mitad modélica pero que se desploma en la segunda, ¡Ojo! no por lo que intenta contar, que me parece de lo más interesante, sino de la forma que lo hace y por el excesivo tiempo que dedica a ello. Es mi opinión, claro.
Hola, Suso, bienvenido de nuevo:
Bueno, lo digo en parte en el artículo. Cuando no está Zahera, la película muere levemente. Claro, la pega está en el adjetivo "levemente". ¿Por qué lo pongo? Porque el relevo lo coge Marina Fois que está excelsa, especialmente en la larga escena de la cocina con la hija. Sí es cierto que, después de esa temible inquietud que destila Sorogoyen en la primera parte,la segunda se te puede hacer larga y es cierto, se hace larga. Es cómo darte el plato fuerte al principio y el entrante, muy sabroso y muy bueno, después. Sencillamente, no llega a llenarte el entrante. Y ése es el peor defecto de la película, desde luego. En esto estamos medianamente de acuerdo.
Un saludo y gracias.
Gracias a ti por escribir. Intentaré comentar, que además de leerte es bueno algo de 'retroalimentación', hombre. Saludos, César.
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