viernes, 19 de enero de 2024

FALLEN LEAVES (2023), de Aki Kaurismaki

 

Dos seres de un país ordenadamente nórdico ya tienen muy poco que perder. Él, está enganchado a la botella. Ella, está enganchada a la soledad. Aceptan todo lo que les viene encima. No importa nada de eso. No importa el desempleo, la frustración, la decepción continua de un mundo que parece sobrevivir en el silencio. Van al karaoke para divertirse una noche y todo es espectacularmente anticuado. Mientras tanto, en la radio, la guerra de Ucrania bombardea los oídos de los que tratan de buscar alguna luz en ese país en el que la noche parece haber vencido al día. El amor frío existe. Es aquel en el que hasta la sonrisa es seria.

Ni siquiera hay besos en la historia de amor. Sólo hay una especie de convencimiento inamovible de que son tal para cual. En realidad, son hojas caídas de un árbol desvaído, que sienten, pero que ya no padecen. Sus sentimientos parecen estar tan congelados como el ambiente y hasta los momentos de comedia son premeditadamente espontáneos, muy divertidos, pero sin ninguna risa. La vida se empeña en golpearles hasta el aburrimiento y ellos están hechos del mismo hielo que les rodea. Finlandia no es un país amable con los fracasados. Ese paraíso de estabilidad y progreso también está repleto de trabajos de tercera en condiciones de cuarta, de abusos continuos más propios de la cultura mediterránea, de jóvenes que no dudan en robar a cualquier borracho que ha decidido calentarse con sus propios medios, de seres ahogados en su frustración que hacen cualquier cosa ante la posibilidad de la compañía. Ni siquiera hay cuidado. La dejadez es el santo y seña del ciudadano sin estudios que trata de salir adelante aunque cada día sea exactamente igual al anterior. Son hojas caídas, sí. No tienen color. No tienen estabilidad. Sólo tienen perseverancia en mantener su sitio en el suelo.

El director Aki Kaurismaki consigue una película que resulta tremendamente divertida en su vertiente más irónica. Sus personajes, desgraciados, candidatos permanentes a la mediocridad más gris, sueltan sus chistes sin mover ni un músculo, huyendo de la perplejidad y prisioneros del aburrimiento miserable. Apenas llega a los noventa minutos de duración y es inevitable no desarrollar un profundo cariño por esos personajes que deambulan de aquí para allá porque eso es lo que toca, no porque eso sea lo que desean. Y dentro de esa demoledora crítica hacia la sociedad y el modo de vida finés, Kaurismaki nos regala la perplejidad de la pasión más fría, esa que parece que no existe, pero que está incrustada en corazones sin palpitar. Los silencios elocuentes se suceden y hay un factor decisivo en todo el argumento y es la presencia palpable de la mala fortuna. Un teléfono que se pierde resuelto con la perseverancia de la espera, un tranvía inoportuno cuando la decisión aparece, un encuentro que no fructifica porque, dentro de la más terrible mediocridad en la que viven, ni siquiera saben reconocer la oportunidad. Todo es un rompecabezas pasional que no halla solución en esas miradas que desean decir todo y son incapaces de articular una palabra más que la irresistible querencia de estar el uno con el otro. El amor frío tiene estas cosas. Tarda en manifestarse. Le lleva el doble de tiempo.

Así que es fácil enamorarse y no decir nada. Basta con demostrar con actos que crees que alguien es importante para ti. Sólo de ese modo, el día vencerá a la noche tan larga que siempre se cierne sobre Helsinki. Más deprimente que nunca, más mediocre que nunca. Cosas del frío. Cosas verdaderas.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

La reseña nos recuerda cada instante de la película , donde la importancia de cada personaje radica en su propio mundo de frialdad pero con ánimo de estar proyectado con otra persona y dar algo de calor en la soledad propia del entorno

César Bardés dijo...

Bien descrito. Muchas gracias por tu comentario.