Danny Huston conoció a Orson Welles. Sabía
cuáles eran sus manias y sus mentiras. También sus debilidades. Sin embargo, no
se parece a Welles ni de lejos. Probablemente, de las caracterizaciones que ha
tenido el actor y director en el cine, que han sido varias, el premio, sin
duda, se lo lleve Vincent D´Onofrio por su breve aparición en Ed Wood, de Tim Burton. Sin embargo, es
algo seguro que la figura de Welles resulta fascinante para cualquier
guionista, libretista o autor porque, amparados en la extraordinaria
inteligencia que demostraba, se han urdido las más diversas historias a su
alrededor.
En esta ocasión, nos
encontramos a Orson Welles rodando en Europa, tratando de superar el divorcio
con Rita Hayworth e interviniendo en una vergonzante producción que, en sus
propias palabras, fue de “lo peor que he
hecho en toda mi carrera”. Se trataba de La máscara de Cagliostro, dirigida por Gregory Ratoff. Con esta
excusa, Welles se convierte en una especie de avezado detective cuando uno de
los actores es asesinado. A partir de ahí, en las intrincadas calles de algún
lugar de Italia, Welles baja a los infiernos, se mezcla con gente poco
recomendable, husmea en cada rincón y resuelve el misterio.
La película no está
bien dirigida porque desperdicia un punto de partida realmente interesante y se
entretiene en retratar el ambiente en el que se tiene que mover un hombre a
solas con su inteligencia antes que en narrar la resolución de un motivo que,
ya de por sí, es suficientemente fuerte. Aún así, tiene momentos de cierta
calidad y, por supuesto, aunque no se parezca a Welles, Danny Huston es un
intérprete esforzado, que trata de hacer honor a uno de los grandes amigos de
su padre, John Huston, y que trata de ofrecer más un parecido espiritual que
físico con el gran director.
Y es que no es fácil
destacar por encima de todos los que te rodean y no parecer un pedante
insoportable. “Oh, sí. La Segunda Guerra
Mundial fue un desastre para la pobre Italia. Su horrible líder fascista,
Mussolini, se alió con Hitler y creyó que tenía el billete ganador. Pero,
Benito fue fusilado por los partisanos y arrastrado por las calles…Ahora, en
1948, el país no tiene líderes, está arruinado, sumido en el caos. Los ricos
siguen siendo ricos. Si no tienes hambre, no tienes ropa. La gente está
derrotada y desilusionada y cada vez tiene más hambre. Mientras tanto, el
mercado negro está experimentando un auge tremendo. Con un puñado de liras,
puedes conseguir lo que quieras”. Y así, se desliza la crítica, se describe
lo que no se quiere ver, se desea la verdad entre la miseria. Welles investiga.
Mientras tanto, Orson
trata de ganar algún dinero para afrontar sus propios proyectos. Algo que, por
otra parte, resultaba bastante difícil teniendo en cuenta que poseía un
carácter netamente aventurero, arriesgado, inquieto y complicado. Sólo alguien
como él podría haber visto una posible conspiración política en un simple
asesinato. Es un error en el que suelen caer los asesinos. Menosprecian a esas
estrellas de Hollywood que sólo vienen a probar la dolce vita, hincharse de spaghetti a la bolognesa y escuchar música
de mandolina. Orson era cualquier cosa, menos eso.
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