Lo imposible ocurre. Y
hay que investigar sobre el terreno. Sí, en teoría, Arabia Saudí es un país
amigo, pero es sólo una razón puramente económica. Cuando un equipo de agentes
se traslada allí para escudriñar el terreno y las circunstancias, el ambiente
es hostil. Nadie se fía de los amigos americanos, que sólo vienen a destapar un
complot en el que el terrorismo no es que esté permitido, pero no está lo
suficientemente condenado. Incluso con víctimas saudíes sobre el terreno. Hasta
un policía local, honrado, eficiente y leal, es torturado por las propias
autoridades saudíes para aclarar si estuvo involucrado de alguna manera en el
atentado. Si eso se averigua, los americanos no harán ninguna falta. Y eso que
el equipo está reducido sólo a cuatro personas. Cuatro tipos extremadamente
competentes que saben lo que se hacen y que deben soportar la mirada escéptica
e inhóspita de los policías y militares con los que, se supone, deben cooperar.
Es la sombra del reino saudí, que lo domina todo, no deja lugar a la
disidencia, coopera aparentemente y actúa con una mano algo más que blanda con
los que ponen bombas a traición.
Y es que para
investigar a fondo, hace falta bajar a los pozos, enfrentarse. Los americanos
tienen prohibido llevar armas, pero, al final, va a ser inevitable pegar unos
cuantos tiros cuando los terroristas amenazan la propia seguridad del grupo.
Por supuesto, habrá algún inocente sacrificado por el camino. No es amable la
historia. No es verdad que cuatro americanos puedan dar lecciones de nada a los
árabes razonables. La desconfianza es lo que flota en el ambiente. Y no hay
muchos lugares en los que refugiarse.
Nuevamente, un director
como Peter Berg demuestra de lo que es capaz cuando tiene una historia potente
entre manos. No es otra historia sobre terroristas. No es otro cuento sobre un
equipo especializado que se traslada al desierto para demostrar con la fuerza
lo que no son capaces de evidenciar con la inteligencia. Es una película
inteligente, con acción, sí, pero con cargas de profundidad bien calibradas,
con crítica hacia ambos lados y con una interpretación medida y justificada de
Jamie Foxx, Jennifer Garner, Jason Bateman y, sobre todo, Chris Cooper. Todos
ellos perdidos en la maraña de dificultades que entraña una investigación en la
que, inevitablemente, algún saudí está implicado. El ritmo es bueno, la intriga
es atrayente y, desde luego, algo de nerviosismo hay en la realización dejando
claro que ése es uno de los peores defectos de Berg detrás de las cámaras. Cuidado
con los explosivos. Están escondidos entre los vehículos autorizados.
Y es que llega un momento en que el deber deja paso al deseo de supervivencia y no hay muchas más consideraciones. Buenas personas hay en todas partes. Malos, también. Y no siempre los buenos hacen siempre cosas buenas. Y no siempre los malos hacen cosas malas. Todo depende de cuánto apriete el sol y del grado de libertad con el que se viva. La paz sea con todos. El problema está en que, por cada muerto, habrá diez resistentes nuevos.
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