Tic, tac…el tiempo se
acaba. Ese segundero que avanza inexorable es el enemigo más temible para
cualquiera que se dedique al arriesgado negocio de los timos. Hay que conseguir
setenta binladens como sea y, por fin, un banco está dispuesto a prestarlos.
Sin embargo, la casualidad siempre se presenta con un pasamontañas y, en el
momento en el que se va a transferir el dinero, se produce un atraco. Son dos
desgraciados, dos desesperados que han entrado ahí para dar un golpe rápido y
salir pitando. Drogas, violencia, visión a medias…qué más da. El caso es que la
vida ha sido de todo menos amable con ellos y no tienen mucho que perder. No
obstante, la caja del banco no se abre al momento, tiene sus minutos de
seguridad. Otra vez el tiempo. El enemigo de cualquier actividad ilegal. Tienen
que retrasar su fuga. La policía se presenta. Empieza el tira y afloja de las
negociaciones. Y la mujer que sólo desea setenta binladens comienza a lanzar
una serie de jeroglíficos para que la policía tome ventaja y ella pueda tener
su dinero. Complicado. Estos dos desgraciados están al límite, han mamado la
violencia y pueden llegar a hacer cualquier cosa. No pueden darse cuenta de los
mensajes subliminales. Esperemos que los policías que están ahí fuera sitiando
la sucursal, sí.
Y es que, dentro del
hecho policial en sí mismo, se mueven con soltura los problemas de la gente
normal, con el dinero siempre de fondo. Esto es una ingenuidad, lo sé. Es el
pan nuestro de cada día aunque aquí se convierta en pizzas. Se lleva todo a una
situación límite en que el pacto será necesario. Lo que sea con tal de
conseguir el dinero y que los dos delincuentes que han entrado en el banco se
lleven su parte del botín y, al mismo tiempo, que la policía no deje de cumplir
con su deber. Es un circo de tres pistas en el que, en cada una, hay que
resolver un enigma. Y sólo una mujer con la cabeza de diez podrá hacerlo.
Koldo Serra dirige esta excelente película, con actuaciones más que sobresalientes de Emma Suárez y Nathalie Poza. Extraordinarias las dos, cada una en un registro totalmente distinto, que desvelan su versatilidad y su excepcional capacidad. La película es inteligente y arriesgada y, por decir algo, sólo se le puede poner un defecto y es que su situación de partida y su nudo son tremendamente potentes, dejando el final algo falto de fuerza, pero no importa. Se disfruta con la tensión, con el juego que propone, con la anticipación al siguiente movimiento, con la seguridad de lo bien que nos podemos mover los españoles en el cine de género. El guión es ingenioso y camina con paso seguro sobre las procelosas aguas de los estereotipos de los atracos en las películas. El sendero está lleno de trampas si uno quiere ver alguna vez uno de esos billetes de quinientos euros, tan buscados que han sido llamados “binladens”. Detrás de cada uno de ellos, está la posibilidad de empezar de nuevo. Y eso es lo que quieren todos y cada uno de los personajes que se consumen detrás de las puertas automatizadas de un banco en una plaza peatonal cualquiera.
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