miércoles, 19 de junio de 2024

EL CASO THOMAS CROWN (1968), de Norman Jewison

 

Todo cambia con una partida de ajedrez. Las miradas, la forma de coger un alfil, el ligero roce de unos dedos, una patada casual por debajo de la mesa. En ese tablero, comienzan a dibujarse muchos deseos que reflejan sonrisas porque los sueños van más rápido que cualquier otro capricho. Lo sabe muy bien Thomas Crown, un financiero, brillante licenciado en Harvard, listo como nadie, que, llegado determinado momento y con el éxito sonriéndole en cada paso, decide hacer algo al margen de la ley sólo para divertirse. Cualquier cosa, un atraco de dos millones y medio de dólares, por ejemplo. Y la diversión sigue porque la compañía de seguros le pone a una chica que se las sabe todas a perseguirle…o, más bien, a estar a su lado. Él se verá forzado a elegir, aunque ya lo tiene todo. Ella no tiene nada y no desea ninguna elección. El conflicto está en un jaque mate. Thomas Crown sabe jugar sus fichas. Ella vacila. Y en la duda está el triunfo.

Bien es verdad que también hay un sabueso bastante avispado que sigue los pasos del financiero, ejecutivo y atractivo millonario. Intenta atraer las miradas de la investigadora, pero, a pesar de que también tiene su aquél, a la chica le va más ese pijo de Harvard que se ríe de forma muy gamberra cuando se da cuenta de que se está metiendo en algo realmente divertido, aunque eso signifique la cárcel. El que no arriesga, no gana y Thomas Crown es especialista en las dos cosas…al menos, de traje para adentro.

Película llena de elegancia que indaga en los molinos de la mente de un hombre que está aburrido de ganar dinero, El caso Thomas Crown conserva la tremenda atracción de sus dos protagonistas, Steve McQueen, que sabe darle a Crown un aire especial, como si fuera un afortunado de la vida que desea respirar un poco desenfadadamente haciendo cosas prohibidas, y Faye Dunaway, en una de las películas en las que despliega un encanto algo más especial, porque une a su tremenda e innegable belleza, una viveza que hace que sea una digna rival del multimillonario hastiado. Y volvemos a la partida de ajedrez porque ahí, entre los escaques, se halla la ensoñación de dos ganadores, que, en el fondo, están jugado a otro juego y que no siempre va a terminar en jaque mate, aunque el final de la partida es una especie de anticipación. Para seguir la historia, realizada con clase por Norman Jewison, no cabe duda de que hay que comprender al personaje de Thomas Crown porque, al fin y al cabo, tanto lujo, tanto dispendio, tanto golf inane, tanta facilidad con sólo un chasquear de dedos, puede aburrir a cualquiera y más a un hombre que tiene alma de aventurero y que nunca se ha atrevido a desempeñar otro papel que el que la vida le ha asignado. Es hora de romper las cadenas de seda, ensuciarse las manos y mirar por la ventana mientras se bebe una bebida llena de hielo y tentación. Thomas Crown también sabrá hacer eso.

2 comentarios:

Conydeyuca dijo...

Peliculón

César Bardés dijo...

Recuerdo que en su momento causó gran impacto. La volví a ver hace poco y sigue conservando algo que no sé muy bien cómo definir. Estupenda película, sí.