viernes, 17 de abril de 2020

MICHAEL CLAYTON (2007), de Tony Gilroy


De repente, todo salta por los aires. Y quizá sea el momento de hacer una recapitulación y situar a la vida en su sitio exacto. Ser un picapleitos especializado en arreglos de tipo económico no es precisamente el mejor oficio del mundo. Hay que conocer los resquicios de la ley, decir medias verdades o no decir ninguna, tratar de conseguir lo mejor para el cliente y que pueda, ante todo y sobre todo, escurrir el bulto. Por si fuera poco, las deudas acosan y la mirada se va tornando más y más amarga. No, Michael Clayton no es ni la mitad del hombre que soñó ser y ahora se está dando cuenta. Además está obligado a asistir a la destrucción de Arthur Edens, uno de sus mejores amigos que ha perdido la cabeza porque, sencillamente, ya no puede más. Todo hombre tiene un límite y Arthur ha llegado al suyo. No puede fingir ya que es justo lo que no lo es, no puede luchar por los intereses de un puñado de clientes corruptos. Y Michael se está dando cuenta de que es muy posible que él mismo acabe como Arthur. Sobre todo si tiene que luchar contra auténticos tiburones sin escrúpulos, capaces de llegar a todo, como esa mujer, Karen Crowder. La mirada de Michael empieza a no ser amarga, sino decidida. Va a hacer un último y definitivo arreglo, va a hacer justicia sin necesidad de pisar una corte judicial, va a dejar las cosas en su sitio y no le va a importar arrastrar a quien haga falta.
Y es que Michael ha aprendido que la vida es un continuo cambalache, un trato sin final que intenta sacar el máximo beneficio consiguiéndolo en muy pocas ocasiones. Porque hay que prescindir de los sentimientos si quieres salir adelante y Michael comienza a creer que eso es un precio demasiado alto para la supervivencia. Si hay que acabar con todo, se hace y ya está. Se empieza de nuevo. Se vuelve a ver a la gente ir a trabajar, cumplir con sus obligaciones, terminando el día como héroes que tratan de volver a casa con la conciencia tranquila. Esa última mirada, larguísima y prolongada, sobre el rostro de Michael dice muchas cosas porque hay desengaño, hay hastío, hay desprecio…pero también hay muchísima satisfacción porque, por una vez, Michael Clayton, el abogado de tratos, ha hecho lo correcto, por muy cruel que parezca.
Michael Clayton es una maravillosa película que nos regala unas interpretaciones extraordinarias de George Clooney, Tom Wilkinson y Tilda Swinton en los principales papeles. En ellos se da toda la confusión y la contradicción de hombres y mujeres que se mueven en mundos de corrupción y que tratan de que no llegue a afectarles más de lo necesario el barro de la deshonra interior, esa vocecilla que determina si uno debe sentirse culpable por lo que hace o no. Difícil es reconciliarse con ella cuando se convierte en un grito que clama por la corrección y la verdad en una existencia plagada de mentiras, de palabrería sin sentido, de nada seguida de ceros. Es toda una lección de cine y de vida y un serio aviso de la forma en la que dirigimos nuestros pasos sin reparar en las consecuencias propias y ajenas.

2 comentarios:

carpet_wally@gmail.com dijo...

La verdad es que es una película sobresaliente. No es espectacular, salvo que entendamos como espectáculo la primorosa interpretación de los actores (si Clooney siempre suele estar bien, aquí alcanza la excelencia). No tiene grandes efectos, ni impactantes escenas de acción, pero es de esas películas que difícilmente se olvidan.

Es bastante notable que sea una ópera prima, Gilroy había destacado como guionista (tiene en su haber esa peli que tanto valoras como es "Armageddon") de películas de acción, en especial la saga Bourne, y sin embargo aquí se marca una película más clásica, más humana y sabiendo muy bien lo que quiere contar y como contarlo.

Es mucho más que una película denuncia, es mucho más que un film sobre los entresijos del poder, o sobre la deshumanización del sistema, es sobre todo una historia de redención. Y el plano final de la película ya lo hemos comentado alguna vez es francamente brutal en el mejor sentido de la palabra.

Abrazos desde el asiento trasero

César Bardés dijo...

Cierto, no es espectacular, pero no deja de ser una historia que te llega de forma profunda y a ello ayudan no poco las interpretaciones. Esa Tilda Swinton al borde del ataque de ansiedad porque sabe que está haciendo verdaderas cabronadas y tiene que vencer cualquier obstáculo interior, incluso el de su recalcitrante soledad, o ese Tom Wilkinson que ya ha pasado al otro lado y que se convierte en un peligro porque ya no tiene freno en ninguna dirección. Y, desde luego, Clooney que, si alguna vez ha merecido un Oscar al mejor actor, debería ser en esta ocasión cuando tendría que haberlo ganado.
Gilroy es un tipo que, a pesar de tener firmado mi bienamado guión de "Armagedón", es bastante famoso en Hollywood porque es el arregla-guiones de turno. Si un guión tiene problemas, enseguida le llaman a él para que lo arregle. Ha intervenido en todos los guiones del mundo y más y sin acreditarse. Aparte de eso tiene otros excelsos guiones de los que enorgullecerse como "Duplicity", o "LA sombra del poder" (una película que cada vez que la veo me gusta más).
Y, desde luego, es una película muy Pollack, muy contenida y de esa catarsis a la que también llega el protagonista cuando hace lo que es debido y deja todo desmantelado. Lo del plano final...es que hay que ser muy buen actor para aguantarlo.
Abrazos quitándome la ropa.