El oro ciega la mirada.
Es tan resplandeciente que apenas queda sitio para vislumbrar algo más. En la
fortaleza del Cóndor, en sus sótanos, se halla el tesoro de Maximiliano en
lingotes y dos tipos, cansados de perder, van a jugar para ganar. Para ello, no
tendrán ningún reparo en reclutar a unos cuantos apaches que ya han asumido que
la avaricia mueve el mundo. Enfrente, tendrán a un oficial del ejército
mejicano que vive muy bien en su cómoda estancia de oficial y caballero, con
unos dulces brazos esperándole al final de cada jornada. Habrá que entrar y
salir de la fortaleza y pasar unos cuantos tragos al calor de la noche, pero es
hora de que el ejército se retire y el oro esté en las debidas manos.
No cabe duda de que un
equipo compuesto por un solitario buscador de oro y un negro renegado y evadido
de la cárcel tiene problemas desde el principio. El polvo del desierto se
agarra a la garganta y la codicia tiene garras muy largas que se clavan como
puñales en la espalda. Es mejor no decir nada a nadie, así el oro no tendrá más
pretendientes. Sólo hay que entrar, matar a la guarnición y salir. No va a ser
tan fácil. La fortaleza del Cóndor es un gris testimonio de lo incólume, es una
mole de piedra y cal que no admite forasteros y destroza a quien intenta el
asalto. No basta con unas cuantas armas y con la fuerza bruta. También entrará
en juego la seducción para servir como entretenimiento mientras llega el
momento clave. Y la inteligencia no se olvida entre tanto disparo. Si no, ya no
hay vida con o sin oro.
Con hechuras clásicas y
una clara vocación hacia el cine más trepidante, John Guillermin dirigió en
España esta película con Lee Van Cleef, Jim Brown, Marianna Hill y Patrick
O´Neal al frente del reparto. Sin grandes concesiones a la profundidad moral de
la historia porque todos los personajes hacen gala de una preclara falta de
ella, el espectáculo está servido con tiroteos multitudinarios, emboscadas,
ataques, defensas, engaños y cegueras dando como resultado una historia sin
descanso, con sus errores y sus ingenuidades, con algún que otro cabo mal
explicado, pero repleto de verdades de revólver y explosiones de batalla.
Y es que el oro suele dar mucho juego. Incluso cuando se tiene entre las manos, no es lo que parece y el destino se ríe con una carcajada que retumba en el infinito del desierto hostil. Las gotas de sudor caen sin remisión y el enfrentamiento se produce después de un buen rato de disfrute y calor. Basta con desenfundar más rápido, tratar de conservar los escrúpulos y tener plena conciencia de que las riquezas son aún más efímeras que los deseos. La fortaleza del Cóndor está ahí, dispuesta a aguantar los embates de los aventureros buscavidas que tienen más valor que cualquier oficial del ejército.
2 comentarios:
Pues da la casualidad de que el otro día escuche al actor español Ángel del Pozo que a los 86 años recibirá el premio tabernas de cine" del Almeria Western film festival. El hombre se especializó en los 70 en las películas de Spaguetti Western que se rodaban en el desierto de Almería. Contaba anecdotas por la radio y actores con los que había compartido películas, Lee Van Cleef (con el que hablaba aun hoy a menudo, comentaba), Gian Maria Volonte, Robert Taylor...Y una de las películas que comentaba era precisamente esta, "El condor", de la que hablaba maravillas, tanto del rodaje como del resultado final.
Decía, sin embargo, que Michel Piccoli con quien estuvo en "Leonor" de Buñuel era bastante distante, pero no dijo nada de "La trastienda" aquella película que se hizo famosa por lo que enseñaba la Cantudo...y por nada más.
Abrazos polvorientos
Pues es muy bonito el eporte, Carpet. Desde luego, es una película un tanto atípica porque no creo que se pueda integrar dentro del "spaghetti western". Es verdad que el resultado es algo más alto, algo más estilizado, con sus vueltas de tuerca bien ajustadas y con una producción más que decente. Quizá el final es un tanto flojo, pero no desentona con el resto que, en realidad, se hace más como aventura que como película del Oeste. Una odisea con cierta gracia.
Muy curioso lo que cuentas, me ha gustado, sí.
Abrazos polvorados.
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