jueves, 15 de octubre de 2020

NACIÓN CAUTIVA (2019), de Rupert Wyatt

 

Hay algunas personas que están dispuestas a darlo todo con tal de que la conciencia colectiva se remueva y plantar la simiente de una rebelión. Especialmente si se trata de salir de una dictadura en la que se vende un remanso de paz y prosperidad cuando, en realidad, se están extrayendo todos los recursos naturales hasta dejar al planeta exhausto y estéril. Es la resistencia pensada hasta el más mínimo detalle. Sin posturas, ni recompensas. Sólo la promesa, no muy firme, de una futura libertad. Es sólo provocar una explosión con la esperanza de que se desencadene una reacción. Hace falta mucha capacidad de sacrificio para eso. Tanta que la mentira tiene que parecer verdad. Tanta que la cooperación tiene que despojarse de su disfraz en la zona de exclusión.

Así que, del lodo de una invasión extraterrestre, hay una parte de la Humanidad que se acomoda, se adapta y colabora. Y otra parte, muy pequeña, decide resistir. Más allá de la razón y de la propaganda que intenta convencer de que los nuevos legisladores son seres más sabios, más ponderados y más cuidadosos que los tradicionales e inútiles dirigentes autóctonos. Quizá porque la mente del hombre piensa en otra frecuencia, o puede que sea porque, en algún lugar del interior de la raza humana, no se soporta la imposición por la fuerza. Sí, porque la Humanidad, al fin y al cabo, se ha rendido. Ha preferido contemporizar y ayudar en el engaño y la sociedad, esa misma que siempre busca la estabilidad aunque algunos estén empeñados en negarla, ha decidido creerse todo, tragar con todo y, además, callar. Y ya se sabe. Pecar con el silencio cuando se debería protestar, convierte a los hombres en cobardes.

Resulta algo penoso comprobar que esta película contiene un buen puñado de ideas interesantes y, sin embargo, la dirección de Rupert Wyatt resulta torpe, con un uso insistente y fútil de la cámara en hombro y de una obsesión por acercarse un paso más de lo necesario para narrarlo todo. Con el fin de que las piezas encajen con una cierta capacidad de sorpresa, hay saltos argumentales que el espectador debe rellenar a toda prisa para que el conjunto no pierda sentido. Por otro lado, hay que destacar la creación que realiza John Goodman en la piel de ese comisario serio, inteligente y pensativo que trata de mantener la autoridad humana por encima de la alienígena con ideas de fondo. Y se llega a creer que, en manos de otro director más competente, la película sería muchísimo más acertada, más clara y con una visión más nítida de lo que debe ser una secuencia de acción con acentos de terror.

Y es que no resulta fácil sobrevivir en un mundo sojuzgado por una raza que utiliza la fuerza desmedida para mantener las bocas cerradas y el pensamiento distraído. Grandes celebraciones de culto a los líderes, encuestas casi inquisitoriales para el informe de exterminio de la cabeza visible de la oposición, torturas ordenadas para que los soldados de campo confiesen sus delitos, deportaciones extraplanetarias para eliminar cualquier foco de futuros levantamientos. De alguna forma, esos alienígenas que han invadido la Tierra para sorber hasta la última gota de su alma no son tan diferentes de estos otros que gobiernan con cierta arbitrariedad a golpe de decreto y ocurrencia. Mientras tanto, el pueblo guarda silencio y se une en cánticos de gloria y aleluya porque, ingenuamente, son de la opinión de que es mejor la paz bajo el yugo dictatorial que la rebelión por lo que realmente merece la pena. Otros, dejan que todo explote para que, aunque sea por un instante, se tenga la impresión de que se puede vencer a lo imposible.

No hay comentarios: