jueves, 22 de octubre de 2020

LAS HIJAS DEL REICH (2019), de Andy Goddard

 


A menudo, se puede llegar a la conclusión de que transigir no es adoctrinar y es posible que sea un pecado similar. Detrás de cada rostro, hay una idea y es necesario conocer las intenciones para saber hacia dónde se dirige el futuro. Rara vez es hacia la victoria, porque el fanatismo, la sumisión ciega a la ideología, sea del color que sea, suele llevar hacia la derrota. No todo el mundo en el Reino Unido estaba a favor de la política gubernamental y había unos cuantos que se mostraban a favor de una alianza imposible con Alemania. Y, como dijo alguien una vez, no se puede negociar con el león si tienes la cabeza entre sus fauces.

Tenemos un colegio de élite situado cerca de la costa en el que se educan como señoritas a las hijas de altos mandos nazis. La educación, ese tema tan importante que se olvida en cuanto la política entra en juego, puede que sirva, también, para evitar los lavados de cerebro que llevan a cualquier extremo. Y las apariencias pueden engañar con suma facilidad. Un nuevo profesor llega a la escuela. Y no lo hace sólo para enseñar. También debe fisgar. En las mentes y en los cajones. La huida de estas niñas servirá para tener una prueba cierta de que la guerra va a empezar.

Sin embargo, nada se muestra con claridad. Los rostros casi nunca enseñan lo que esconden y puede que, quien posea el ángel, lleve consigo al demonio…o viceversa. La oposición a la autoridad también se manifiesta en una edad que es sinónimo de rebeldía. Y demostrar la verdad va a ser tan difícil como esquivar los proyectiles de odio ciego que se van a lanzar sin piedad. Todo se reduce a un número de teléfono que delata que sólo quedan seis minutos para la medianoche.

El planteamiento notable de esta película hace concebir esperanzas, pero pronto hace evidentes muchos de sus errores. El protagonista, Eddie Izzard, que, a la sazón también es uno de los guionistas, no es el más indicado para sacar adelante el papel de un experimentado capitán y maestro dispuesto a llegar hasta el fondo en las artes del espionaje. El guión deja muchos cabos sueltos, alguna que otra escena sin resolver y hay como una flojera en el conjunto que no acaba de convencer. También hay personajes que reaccionan a la inversa del modo en el que se habían retratado durante el resto de la película e, incluso, hay incomprensibles concesiones al absurdo. Sí, a pesar de Judi Dench y de Jim Broadbent, que dan todo lo que son capaces con sus exiguos caracteres, la cinta no alcanza el aprobado. Y la pena es que tenía todos los mimbres para hacerlo.

Es tiempo de huida y de buscar la seguridad en una época en la que todo es incertidumbre. Un libro sirve de apoyo. Una pistola es la prueba. Una lluvia es testigo. Un mar hostil y frío es el escenario. Las órdenes contradictorias se imponen porque no se sabe muy bien quién está por el fanatismo y quién cree en la educación. Quizá también sean días de espionaje y mentira. El nerviosismo trata de imprimir algo de agilidad en la trama y el carácter alemán se convierte en un protagonista más que no acaba de cuajar. Ni siquiera los tiros parecen demasiado creíbles. Ni siquiera los motivos están bien explicados. Pongan su nombre en la pizarra y enseñen una canción que los submarinistas alemanes cantaban en sus incursiones por aguas inglesas. Tal vez, así, sean capaces de decir adiós y de reconocer que hay un largo, largo camino hasta Tipperary. 

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