A
menudo, se puede llegar a la conclusión de que transigir no es adoctrinar y es
posible que sea un pecado similar. Detrás de cada rostro, hay una idea y es
necesario conocer las intenciones para saber hacia dónde se dirige el futuro.
Rara vez es hacia la victoria, porque el fanatismo, la sumisión ciega a la
ideología, sea del color que sea, suele llevar hacia la derrota. No todo el
mundo en el Reino Unido estaba a favor de la política gubernamental y había
unos cuantos que se mostraban a favor de una alianza imposible con Alemania. Y,
como dijo alguien una vez, no se puede negociar con el león si tienes la cabeza
entre sus fauces.
Tenemos un colegio de
élite situado cerca de la costa en el que se educan como señoritas a las hijas
de altos mandos nazis. La educación, ese tema tan importante que se olvida en
cuanto la política entra en juego, puede que sirva, también, para evitar los
lavados de cerebro que llevan a cualquier extremo. Y las apariencias pueden
engañar con suma facilidad. Un nuevo profesor llega a la escuela. Y no lo hace
sólo para enseñar. También debe fisgar. En las mentes y en los cajones. La
huida de estas niñas servirá para tener una prueba cierta de que la guerra va a
empezar.
Sin embargo, nada se
muestra con claridad. Los rostros casi nunca enseñan lo que esconden y puede
que, quien posea el ángel, lleve consigo al demonio…o viceversa. La oposición a
la autoridad también se manifiesta en una edad que es sinónimo de rebeldía. Y
demostrar la verdad va a ser tan difícil como esquivar los proyectiles de odio
ciego que se van a lanzar sin piedad. Todo se reduce a un número de teléfono
que delata que sólo quedan seis minutos para la medianoche.
El planteamiento
notable de esta película hace concebir esperanzas, pero pronto hace evidentes
muchos de sus errores. El protagonista, Eddie Izzard, que, a la sazón también
es uno de los guionistas, no es el más indicado para sacar adelante el papel de
un experimentado capitán y maestro dispuesto a llegar hasta el fondo en las
artes del espionaje. El guión deja muchos cabos sueltos, alguna que otra escena
sin resolver y hay como una flojera en el conjunto que no acaba de convencer.
También hay personajes que reaccionan a la inversa del modo en el que se habían
retratado durante el resto de la película e, incluso, hay incomprensibles
concesiones al absurdo. Sí, a pesar de Judi Dench y de Jim Broadbent, que dan
todo lo que son capaces con sus exiguos caracteres, la cinta no alcanza el
aprobado. Y la pena es que tenía todos los mimbres para hacerlo.
Es tiempo de huida y de buscar la seguridad en una época en la que todo es incertidumbre. Un libro sirve de apoyo. Una pistola es la prueba. Una lluvia es testigo. Un mar hostil y frío es el escenario. Las órdenes contradictorias se imponen porque no se sabe muy bien quién está por el fanatismo y quién cree en la educación. Quizá también sean días de espionaje y mentira. El nerviosismo trata de imprimir algo de agilidad en la trama y el carácter alemán se convierte en un protagonista más que no acaba de cuajar. Ni siquiera los tiros parecen demasiado creíbles. Ni siquiera los motivos están bien explicados. Pongan su nombre en la pizarra y enseñen una canción que los submarinistas alemanes cantaban en sus incursiones por aguas inglesas. Tal vez, así, sean capaces de decir adiós y de reconocer que hay un largo, largo camino hasta Tipperary.
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