miércoles, 16 de junio de 2021

BUONA SERA, SEÑORA CAMPBELL (1968), de Melvin Frank

 

No cabe duda de que hacer creer a tres antiguos soldados norteamericanos que son el padre de tu hija es un negocio de pingües beneficios. Religiosamente, los tres han ido pasando cada mes un dinero para el mantenimiento de la chica que, por supuesto, ya es toda una mujercita. El caso es que la señora Campbell no ha tenido demasiados problemas para subsistir porque ellos no coincidían allí, en cualquier sitio perdido de Italia, pero esta manía que tienen los americanos de celebrar reuniones de antiguos veteranos la pone en un aprieto. Para empezar, la señora Campbell ha hecho creer a todo el mundo que ella es la viuda de un valeroso soldado que la dejó embarazada cuando le llegó el último suspiro. Y los tres tipos se presentan allí y quieren ver a la niña de sus ojos porque, al fin y al cabo, han ejercido de padres económicos y quieren dar un poco de ternura, que también son humanos. Si lo pensamos bien, son tres buenas personas.

Así que el enredo comienza a ser desenfrenado. La señora Campbell tiene que jugar a que los tres sean el padre y, a la vez, no tiene ni idea de cuál de ellos puede ser. Tampoco es cuestión de decir una mentira para aclarar dudas. Ella miente por carta y por su hija, pero no le gusta vivir con el embuste por bandera. Y el asunto se va a complicar por momentos porque, como no podía ser menos, los afortunados supervivientes de aquel batallón vienen todos con sus esposas. Las carreras están servidas y aderezadas con salidas y entradas, equívocos continuos, prisas, muchas prisas y conversaciones de doble y triple sentido. Porque, la verdad, no todo el mundo tiene tres padres.

Es evidente que Mamma mía, el musical de Abba que tanto éxito cosechó en teatro y cine, bebe directamente del mismo argumento que Buona sera, Señora Campbell y que, como comedia, funciona mucho mejor el original porque es más desenfrenado, sostiene más tiempo el enredo y resulta, con diferencia, la mejor interpretación de la carrera de Gina Lollobrigida, que se destapa como una comediante de altura. Cierto es que está espléndidamente secundada por los supuestos padres, en esta ocasión Phil Silvers, Telly Savalas y Peter Lawford, especialmente los dos primeros. Y aún hay otro estrato maravilloso de interpretaciones variadas y sugestivas a cargo de las esposas de los supuestos padres, Shelley Winters, Lee Grant y Marian McCargo, especialmente las dos primeras. El resultado es una comedia vibrante, dinámica, con sorpresas de situación a la vuelta de cada fotograma y con diálogos de agudeza comprobada. Lo dicho. Ser padre veinte años después de pegar tiros en los campos de batalla italianos agota mucho.

Así que hay que deshacerse en los brazos de una mujer de enorme atractivo incluso en su madurez, en la bondad que emanan estos tres individuos que sólo desean tener la certeza de que dejaron algo de huella en sus andanzas por Europa y en las reacciones diversas de las esposas que descubren que sus maridos no sólo empuñaron fusiles. Es tiempo de risa floja, de entornar un poco los ojos y dejar que la voluntad nos lleve hacia el desenfado y comprender que la vida tiene algunas vueltas de tuerca que parecen extraídas de un vodevil de cierta categoría.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Parce una buena comedia, especial para estos tiempos de agobio y desesperanza.

César Bardés dijo...

Es divertida, relajada, intrascendente e ingeniosa. No es poco, no, para los tiempos que corren.