Ron Catlan ya ha vivido
sus momentos de gloria en el césped del fútbol americano. Está cogiendo el
último billete para la gloria y quiere escuchar, una vez más, el rugido de la
multitud. Ha sido el mejor, el número uno, y la edad está lanzando su último
pase. Más allá del campo, no ve ningún futuro. Y sabe que los seguidores pueden
encumbrarte cuando haces un gran partido y, también, bajarte directamente a los
infiernos al comprobar que tus piernas y tus brazos ya no responden igual que
antes. Hay antiguos compañeros que le cuentan que, después de tantas yardas,
sólo se encuentran campos yermos, sin líneas, sin aplausos, sin gritos, sin
ánimos. Y puedes caer en la carrera. El quarterback
llega a la conclusión de que sólo hay una verdad en ese deporte y es elegir el
momento más adecuado para dejarlo.
Alrededor de Catlan hay
dos mujeres. Una de ellas es una fanática de la fama. Es su droga. Cree que no
hay nada mejor que estar en boca de todos y ocupar los titulares de las páginas
de deportes. Sin embargo, en el fondo, sabe que, para jugar y ocupar los más
altos honores, hay que tener talento y no prestar demasiada atención a los
problemas. La otra, es su escape, su evasión, pero, de ningún modo, es el
embalse de sus lágrimas. Ella puede ser el tanto, pero nunca el touchdown. El mundo del fútbol
americano, como telón de fondo, está descrito desde la óptica de un jugador en
la recta final. Y, a través de una espléndida interpretación de Charlton
Heston, asistimos a sus miedos, a sus decepciones, a su nostalgia por sus días
de gloria que, invariablemente, coinciden con sus mejores años. En él, queda un
rastro de dolor y de amargura y, quizá, haya que finalizar dando la batalla. Es
lo único que sabe hacer y es posible que no haya mejor destino.
Esta película ha caído lastimosamente en el olvido cuando es una notable descripción de la gloria más efímera que rodea a todos los mitos y de su difícil viaje de vuelta a la normalidad. El alcohol también suele ser un recurso fácil para ellos y es necesario asumir algunas derrotas para llegar a alguna conclusión. Al fin y al cabo, ellos saben de dónde vienen, intuyen a dónde van y tienen plena conciencia del tiempo que les queda. Por el camino, no dejan de preguntarse si lo que han hecho ha servido de algo o si saben hacer algo más que lanzar balones, recogerlos, ser más listos que un ejército de jugadores contrarios o causar revuelo en las gradas. El día siguiente espera. Y, tal vez, sólo haya un nombre que vender en algún triste concesionario de vehículos. Al menos, la gente irá por allí sólo para poder presumir que les atendió Ron Catlan, el famoso ex quarterback del New Orleans. Y aún así, eso sólo durará un tiempo. Luego, su nombre se perderá y él se diluirá en el denso océano de la rutina de ser uno más cuando, en realidad, es el número uno.
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