martes, 22 de junio de 2021

EL CASO SLEVIN (2006), de Paul McGuigan

 

El destino, a veces, llama a la puerta. Y en esta ocasión, el equívoco va a ser grande. Ese tipo que dice llamarse Slevin Kelevra no es Nick Fischer y, sin embargo, todo el mundo está empeñado en que lo sea. El problema es que Nick Fischer debe ciertas cantidades de dinero y, si no paga, va a tener que hacer algún trabajito a los acreedores. Empezar con la nariz rota no es un buen comienzo. Y menos aún si la rompen dos veces. Así que, armado con una toalla y unas pantuflas, allá que va Slevin que, por otra parte, parece muy poco preocupado por todo lo que le está pasando. Incluso se está ligando a la chica de enfrente como quien no quiere la cosa. Tendrá que ir a ver al Jefe y al Rabino, que son dos individuos que ahora son enemigos, pero que, en tiempos no muy lejanos, eran socios. Y todo porque han matado a un corredor de apuestas al que el tal Fischer le debía dinero. Es todo demasiado sucio, es todo demasiado grande y, lo que es aún peor, es todo demasiado erróneo.

Así que será cuestión de ponerse a trabajar porque no hay manera de convencer a esos tipos que Slevin es quien dice ser. Detrás de todo ello, también anda un asesino profesional que pretende que Nick Fischer haga los trabajos para los que se han contratado sus servicios. Tal vez todo sea un shuffle de Kansas, o sea, un embuste, un amaño…o la seguridad de que el caballo favorito se va a caer en plena carrera. Todo tiene una explicación, pero va a ser difícil de encontrar porque será una trampa, dentro de un enigma que, en realidad, es un acertijo.

Con una puesta en escena sofisticada, Paul McGuigan (que años después sorprendió a todo el mundo con una película tan alejada de ésta como Las estrellas de cine no mueren en Liverpool) dirige con precisión, con transiciones imaginativas y cuidadosas que hacen que la sorpresa no deje de instalarse en la historia. Incluso, en un alarde de sabiduría, hace que un actor habitualmente soso e intrascendente como Josh Hartnett dé lo mejor aunque, tal vez, también ayuda que esté rodeado de nombres tan competentes como los de Bruce Willis, Ben Kingsley y Morgan Freeman. En cualquier caso, El caso Slevin es una excelente película, que se sigue con atención e interés, buceando en los intrincados rincones del cine negro y de algunas vueltas de tuerca de cierta lógica, aunque pueda adivinarse algo entre las charlas imposibles y las balas definitivas.

Es necesario preservar la propia identidad a costa de cualquier otra cosa porque, al fin y al cabo, es lo último que se debe perder. Y todo puede ocurrir por una bala que jamás se disparó, por una apuesta mal hecha, por una sociedad que no se puede romper así como así y por un tipo que tiene una especie de síndrome que le impide preocuparse por las cosas importantes. La vida es así. De vez en cuando, te encuentras con un individuo que no es quien tú crees y te falta aire para respirar.

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