viernes, 18 de junio de 2021

ELÍGEME (Choose me) (1984), de Alan Rudolph

Eve tiene un bar en Los Ángeles. Nancy es la locutora de un consultorio sentimental en radio mientras no es capaz de hallar una pareja estable en su vida. Mickey es un extraño que parece que viene de todas partes y, al mismo tiempo, de ninguna. Son almas perdidas en la noche, que vagan errabundas en busca del amor. Sí, es esa cosa tan esquiva y tan difícil de tener y que, a menudo, se transmuta en algo etéreo y falso, sin identidad, efímero e inmediato. La ansiedad por ser elegido es parecida a una melodía de jazz porque cae en la improvisación, en la búsqueda de esa música principal a la que siempre se regresa mientras se mueve sinuosa por la línea de las notas ya conocidas y que, de vez en cuando, escapa al control de los sentimientos. Y sí, es posible que el romanticismo no esté de moda, pero sienta muy bien comprobar que alguien, en algún lugar, aún se emociona con unas letras escritas desde el corazón, o con un gesto inesperado, o con una mirada que sólo se puede devolver con complicidad.

Los ambientes parecen arropar lo inevitable y la atmósfera de humo, con sus partidas de cartas y la música de Teddy Pendergrass, es una almohada en donde se depositan las mentiras y los personajes comienzan a mostrarse tal y como son. Y hay que tener mucho cuidado porque, en determinado momento, parece que lo increíble no lo es tanto y hay personas que guardan algo apasionante en su interior. Quizá todos. Quizá sólo uno.

Dentro de unos diálogos de una inteligencia extraordinaria, Alan Rudolph articuló este éxito del cine más independiente de los ochenta con Lesley Ann Warren en una interpretación fascinante, con belleza y sensualidad, pero con la intuición de un profundo daño interior. Keith Carradine se esconde detrás de una máscara que parece de impasibilidad, pero que solamente esconde a un hombre que, tal vez, ha perdido su propia identidad. Genevieve Bujold lo hace también detrás de una apariencia de control cuando, en realidad, ha extraviado totalmente ese control en su vida. Todo forma una apasionante película de ambientes, de cámara suave, de sugerencias más que de evidencias. Por todo ello, es posible que sea una película exclusivamente recomendada a los que saben leer entre líneas. Incluso en éstas.

Y es que todos queremos desesperadamente ser amados. Y en esa búsqueda o espera, pueden darse extraños giros a la vida para llegar a la conclusión de que, en realidad, todo es una ácida tragicomedia que nunca se sabe muy bien cómo terminará aunque, tal vez, sea un viaje apasionante porque, cada vez que echemos mano de los recuerdos, encontraremos algo nuevo que descubrir. Al fin y al cabo, es posible que estemos indisolublemente unidos con alguien y nos lleve toda una vida descubrir cuáles son los puntos de contacto con esa persona. Si el paisaje y la atmósfera están llenos de detalles y de buenas ideas, entonces será todo un placer. Como ver esta película.


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