Eve tiene un bar en Los
Ángeles. Nancy es la locutora de un consultorio sentimental en radio mientras
no es capaz de hallar una pareja estable en su vida. Mickey es un extraño que
parece que viene de todas partes y, al mismo tiempo, de ninguna. Son almas
perdidas en la noche, que vagan errabundas en busca del amor. Sí, es esa cosa
tan esquiva y tan difícil de tener y que, a menudo, se transmuta en algo etéreo
y falso, sin identidad, efímero e inmediato. La ansiedad por ser elegido es
parecida a una melodía de jazz porque cae en la improvisación, en la búsqueda
de esa música principal a la que siempre se regresa mientras se mueve sinuosa
por la línea de las notas ya conocidas y que, de vez en cuando, escapa al
control de los sentimientos. Y sí, es posible que el romanticismo no esté de
moda, pero sienta muy bien comprobar que alguien, en algún lugar, aún se
emociona con unas letras escritas desde el corazón, o con un gesto inesperado,
o con una mirada que sólo se puede devolver con complicidad.
Los ambientes parecen
arropar lo inevitable y la atmósfera de humo, con sus partidas de cartas y la
música de Teddy Pendergrass, es una almohada en donde se depositan las mentiras
y los personajes comienzan a mostrarse tal y como son. Y hay que tener mucho
cuidado porque, en determinado momento, parece que lo increíble no lo es tanto
y hay personas que guardan algo apasionante en su interior. Quizá todos. Quizá
sólo uno.
Dentro de unos diálogos
de una inteligencia extraordinaria, Alan Rudolph articuló este éxito del cine
más independiente de los ochenta con Lesley Ann Warren en una interpretación
fascinante, con belleza y sensualidad, pero con la intuición de un profundo
daño interior. Keith Carradine se esconde detrás de una máscara que parece de
impasibilidad, pero que solamente esconde a un hombre que, tal vez, ha perdido
su propia identidad. Genevieve Bujold lo hace también detrás de una apariencia
de control cuando, en realidad, ha extraviado totalmente ese control en su
vida. Todo forma una apasionante película de ambientes, de cámara suave, de
sugerencias más que de evidencias. Por todo ello, es posible que sea una
película exclusivamente recomendada a los que saben leer entre líneas. Incluso
en éstas.
Y es que todos queremos
desesperadamente ser amados. Y en esa búsqueda o espera, pueden darse extraños
giros a la vida para llegar a la conclusión de que, en realidad, todo es una
ácida tragicomedia que nunca se sabe muy bien cómo terminará aunque, tal vez,
sea un viaje apasionante porque, cada vez que echemos mano de los recuerdos,
encontraremos algo nuevo que descubrir. Al fin y al cabo, es posible que
estemos indisolublemente unidos con alguien y nos lleve toda una vida descubrir
cuáles son los puntos de contacto con esa persona. Si el paisaje y la atmósfera
están llenos de detalles y de buenas ideas, entonces será todo un placer. Como
ver esta película.
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