martes, 1 de junio de 2021

EL PRÓXIMO AÑO, A LA MISMA HORA (1978), de Robert Mulligan

 

Al principio, un encuentro casual. Dos viajeros en un hotel encantador y están de paso. ¿Por qué iban a cenar solos cuando pueden hacerse mutua compañía? Alrededor de los platos, la lengua se siente más ágil y empiezan a contarse cosas. A dónde van, de dónde vienen, lo que hacen, lo que dejan de hacer. Ahí, entre copas, sonrisas y postres, nace algo que no se puede describir. Tal vez sea una conexión especial, o puede que aparezca una especie de intuición sobre el otro, como presintiéndose, como sintiéndose, como entendiéndose. La noche es maravillosa porque pueden expresarse tal y como son, sin tapujos ni convencionalismos. Lo es tanto que, desde ese momento, serán pareja de un día, quedando todos los años en la misma fecha, diciéndose, una vez más, que aunque sus vidas tengan altos y bajos, seguirán queriendo estar en esa isla que construyeron una vez cada trescientos sesenta y cinco días.

El tiempo es un enemigo, pero también un gran escultor. Las personas cambian. El pensamiento, también. Puede que el dolor aparezca porque la vida se encarga de golpear con fuerza, pero siempre estará ese día, esas veinticuatro horas en un hotel en medio del campo en el que se podrá hablar, se podrá gritar, se podrá ser libre y se podrá estar con la persona que mejor puede llegar a entender todo lo que ocurre. Y aún así, hablan de sus parejas, de sus miedos, de sus ilusiones, de sus embarazos, de sus lujurias apagadas y reanimadas, de sus años de matrimonio de un solo día y de su rutina interminable e implacable, sólo rota por esos escasos momentos de felicidad completa. Sí, ahí estarán de nuevo, siempre, sin agotarse, el próximo año, a la misma hora.

Robert Mulligan dirigió con su habitual solidez esta comedia de pareja eventual con unos impresionantes Alan Alda y Ellen Burstyn dominando centro y margen en una interpretación que parece fácil, pero que no lo es tanto por todo lo que tienen de sugerir. Hay espacio para la diversión, para la perplejidad, para la sorpresa, para la risa, para un par de lágrimas fugaces…para la vida vista, en suma, a través de un solo día cada año. Porque quizá el tiempo pase, pero el amor permanece, con sus complicidades, con sus esfuerzos y sus pasos adelante que acaban siempre en un ultimátum de arrepentimiento. Tal vez porque sí, el amor siga ahí, pero la felicidad suele ser una fugitiva que se esconde detrás de lo seguro. Sólo es necesario tener la plena certeza de que el momento está, el instante corre, el cariño suele, el dolor golpea, los ojos del otro miran, ellos escuchan y todo se aparta para vivir un solo día al año en el que se siente y se ama como ningún otro porque ahí, al otro lado, hay alguien. Y los besos, los abrazos y la cima serán una conquista, un robo en toda regla a la vida, una concesión sin desgracia posible. El próximo año, a la misma hora.

4 comentarios:

carpet_wally@gmail.com dijo...

Si tuviera que poner un sólo adjetivo para está película sería : Deliciosa.

Delicia suena a algo dulce cuyo sabor se queda prendido, se recuerda con cariño, ya no tienes memoria determinada del sabor exacto pero si de la sensación que te procuró. Y así es como se queda esta película, pegada al paladar cinematográfico. No es un peliculón pero es un film que no se olvida.

Y recuerdo que la vi, como de casualidad en un pase televisivo y me dije, anda ese es el de "MASH" (el de la tele) y esperaba casi una película de corte televisivo sin demasiada cosa. Bueno, no es que descubriera la octava maravilla, pero sentí dos cosas.

La primera es que yo quería tener una historia así en mi vida y que sería ideal que todos la tuvieran. ese día distinto a todo lo cotidiano, ese día de libertad de tu día a día, donde coincides a través de los años con un alma gemela que no está contaminada por el transcurrir rutinario.

La segunda es que los tiempos de dos personas por mucho que se adoren van a ritmos tan distintos que aunque sientas que podrían estar siempre juntos comprendes que lo normal es que estén siempre separados y que la pequeña historia de cada uno se cuenta en un ratito y que a veces no se tiene ganas o no tiene interés...Es el ideal del amor de un día que nunca se rompe porque nunca se repite.

En todo caso una película muy, muy disfrutable. Y Mulligan como casi siempre acertando en como contar una historia casi sin que se note que estás ahí.

Abrazos a lo largo del tiempo

César Bardés dijo...

Hay un párrafo de lo que escribes que me gusta mucho y es el que dice "La segunda es que los tiempos de dos personas por mucho que se adoren van a ritmos tan distintos que aunque sientas que podrían estar siempre juntos comprendes que lo normal es que estén siempre separados". Creo que no se puede resumir mejor el espíritu de esta película. Ellos, al final, aceptan ese destino que les condena a verse solamente una vez al año durante el resto de sus vidas. Ni siquiera la trampa que pone él al final hace que ella se mueva, sigue siendo la amante de un día, Sigue siendo el sueño que sólo se cumple una vez al año. Se verán veinticuatro o veinticinco veces y, de alguna manera, el cariño también quedará intacto. Porque tendrán ganas de verse de nuevo ese día que, de alguna manera, es eterno, pero también es efímero. Los diálogos son una pura delicia y creo que ambos, Alda y Burstyn, están absolutamente geniales. Una película que se recuerda y que, cada vez que se recuerda, se disfruta (por ahí parece planear el espíritu de Neil Simon) y, por eso, nunca envejece. Mulligan creo que eso lo sabía muy bien.
Abrazos una vez al año.

carpet_wally@gmail.com dijo...

Es un honor leer de ti que un párrafo que he escrito te gusta mucho. Ojalá se repitiera aunque sólo fuera una vez al año.

Ya con está voy servido este 2021.

Abrazos repetidos, pero distintos

César Bardés dijo...

Buah, como si lo dijera cualquier otro. Sólo es una opinión sincera de amigo, ya ves.
Abrazos en la cabaña