No hay muchos
alicientes en una vida honesta y habitual, así que lo mejor es convertirse en
ratón dentro de un bidón de leche y, a base de patalear, convertir la leche en
queso. Falsificar, en el fondo, es un arte y este chico que apenas está
saliendo de la adolescencia trae en jaque a medio FBI porque es un artista de
la doble cara. Ha conseguido viajar por todo el mundo sin pagar un centavo
echándole bemoles. Sin más. Tiene talento. Todo el mundo tiene talento para
algo sólo que, a menudo, no se descubre para qué. Y este fulanito lo tiene para
que nada sea verdad sin dejar de tener la apariencia de serlo. Puede conseguir
lo que quiera. Cuando quiera. Como quiera. El FBI, si lo pilla, será por un
golpe de suerte y porque el agente Hanratty es un perro de presa lleno de
paciencia y de calma, que sólo espera el momento adecuado mientras va cerrando
cuidadosamente todas las salidas posibles y extiende la red para que el
individuo caiga por sí solo. No, no es nada fácil atrapar a un tipo que es más
escurridizo que una anguila y que es capaz de imitar cualquier firma, de
encontrar los puntos más débiles de cualquier sistema de autenticación y que,
además, le gusta vivir bien. Atrápalo si puedes.
Con una puesta en
escena que se acerca con premeditación y alevosía a Stanley Donen, Steven
Spielberg articuló una película apasionante que se inspira en buena medida en El gran impostor, de Robert Mulligan,
que, en aquella ocasión, tuvo a Tony Curtis como protagonista. Sin embargo,
Spielberg es más elegante, más certero, más apasionante en el desarrollo de la
historia de este fuera de la ley que tomó el pelo al más pintado y llegó a
trabajar para el FBI como experto en falsificaciones. Los cheques, las tarjetas
de crédito, las tarjetas de fidelidad, los títulos universitarios…nada tenía
secretos para él así que es mejor unirse al diablo antes que combatirlo. Se lo
pensó y se lo repensó, pero, al final, decidió estar en el lado correcto.
Mientras tanto, buscarlo se convirtió en una tortura a través de todo el país y
buena parte del extranjero. Tom Hanks incorpora al agente del FBI en un
deliberado tono menor, con una interpretación basada en sugerir, en describir
que, en el fondo, ese agente tiene una vida por mucho que esté entregado a su
trabajo. Leonardo di Caprio convence como ese experto en falsificaciones con
cara de niño que aprende rápido, huye con ligereza y se escapa por los pelos.
La película, por otro lado, es un prodigio de ritmo, de situaciones, de
diálogos y de mentiras y, sin mayores pretensiones, trata de entretener con
altura y firmeza.
Y es que el oficio de falsificador, eso sí, sin pertenecer a ninguna organización mafiosa, trabajando sólo para sí mismo, no deja de tener un lado apasionante porque se comprueban los resquicios por los que se puede introducir el individuo que siempre quiere vivir al margen. Todos ellos son ratoncitos que, a base de pataleo, convierten la leche en queso y que trepan, trepan, suben, suben y que, como Ícaro, acaban derritiendo la cera de sus alas. Fírmeme este cheque, por favor…
5 comentarios:
El mejor crítico de cine, es una fascinación leer tus publicaciones! Gracias por esto.
Bueno, muchas gracias. Sé perfectamente que no lo soy, pero tengo que reconocer que si alguien te dice algo así, te alegra el día. Gracias a ti por lo que dices y cómo lo dices.
Excelente.
Nunca me cansaré de leer sus anécdotas y de darle las gracias.
Saludos cordiales, Don César
Gracias a los dos por vuestras palabras. Saludos cordiales para ambos.
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