Enlazar un avión con
otro sin descanso. Ése es el destino de Mike Kells, correo diplomático del
Departamento de Estado. En esta ocasión, sin embargo, el encargo es algo
diferente. Se tiene que encontrar con un viejo amigo que está operando detrás
del Telón de Acero para entregarle unos documentos que ponen en evidencia
fechas y planes para la invasión de cierto país satélite. Son años de Guerra
Fría, con la guerra de Corea de fondo, con la tensión al máximo y los sentidos
aguzados. Kells tendrá que moverse por media Europa porque las cosas no salen
exactamente como deben. París, Salzburgo, Trieste…el viejo continente en plena
reconstrucción mientras las potencias se aprovechan de las debilidades de los
gobiernos vigentes. Aún así, Kells tendrá que surcar las aguas de la mentira
entre la traición y las órdenes, con un delicado equilibrio emocional que le
llevará a la confusión allá por donde vaya. Él es un simple correo diplomático,
no un espía profesional, por mucho que haya combatido en la Segunda Guerra
Mundial y tenga algo de entrenamiento de campo. Sólo está versado en atravesar
fronteras, moverse de un lado a otro con rapidez, tomar los transportes más
indicados y echar mano de algunos recursos por si las cosas salen mal. Y aquí
no es que salgan mal, es que todo es un entramado de intereses en el que se
hace muy difícil vislumbrar con claridad qué es lo que está pasando. Malditos
documentos.
Tyrone Power está
espléndido en la piel del correo diplomático Mike Kells, porque da el tipo de aventurero
que se ha acomodado a un trabajo cómodo, sin demasiadas complicaciones, que le
permite ir de aquí a allá sin hacer preguntas, sólo llevando carteras. A su
lado, Patricia Neal, bellísima, haciendo gala de sus dotes conquistadoras,
tratando de seducir a Power porque el chico, realmente, lo vale. Detrás,
Hildegarde Kneff, elegante en sus primeras apariciones sumidas en el silencio y
batalladora como sólo una mujer puede serlo. Dando órdenes, Stephen McNally, un
actor siempre eficaz, que tira de galones para imponer su autoridad y, como
niñera, un inusual Karl Malden, dicharachero y simpático, dispuesto a ayudar al
correo en todo lo que pueda porque tiene una amplia experiencia como comando en
la guerra. En la dirección, un espléndido Henry Hathaway, que no da descanso,
porque están continuamente pasando cosas, con un ritmo trepidante, poco usual,
con algún que otro salto un tanto incomprensible, pero dando un producto de
clase y altura. Como corresponde a un correo diplomático que lleva documentos
importantísimos para asegurar el equilibrio de la paz mundial.
Y es que Mike Kells es uno de esos tipos que irá hasta el final, aunque tenga que dejar colgada a su encantadora conquista. Al final, todos revelan el juego y Kells se verá atrapado en un mar de dudas que sólo podrá despejar haciendo lo que es de justicia. El juego del espionaje es despiadado y él hará que, por pura terquedad, quien ha arriesgado su vida por hacer lo debido, sea rescatado, recompensado y… ¿quién sabe? Puede que en el futuro haya algo más. Sólo hace falta abrir la valija diplomática y ver qué es lo que contiene.
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