No cabe duda de que una
legión de abogados experimentados tratará de sacar provecho de un juicio en el
que la otra parte está representada por un abogado novato que no ha tenido
ninguna experiencia en litigios. Las trampas y triquiñuelas del oficio sólo se
aprenden a través de los años y quizá Rudy Baylor no está preparado para
afrontar una demanda a una compañía de seguros médicos por negarse a tratar a
un enfermo de leucemia. Rudy cree que debe luchar para que este mundo tenga
algo de honesto y se emplea a fondo para llevar hasta el final una demanda que
debería ser compensada con millones de dólares. Comete errores, que serán
convenientemente utilizados por su contrincante, el gran Leo Drummond. También
tiene algo de suerte porque el juez previsto, un monarca en su trono que no
quiere que le muevan la silla ni un milímetro, muere de forma repentina y el
sustituto es un brillante juzgador que demostrará una cierta simpatía por el
principiante. A su lado, tiene al típico procurador que jamás podrá sacarse el
título de colegiado y que sabe más de trucos que de pruebas. No está mal para
empezar. Rudy Baylor cree que todo el mundo tiene derecho a una legítima
defensa. Y aún lo cree más en el caso de ese pobre chico al que dejaron morir y
consumirse en su miseria.
Por el camino, Rudy se
encargará de otras demandas porque, en un principio, trabaja para un bufete muy
poco recomendable, llevado por un tramposo profesional que saca ventaja de todo
y de todos y envía a su exiguo equipo a por clientes en los mismos hospitales,
deseosos de pillar una denuncia por accidente. Buitres en busca de carroña. Sin
embargo, el individuo también tiene que salir por patas y Rudy aprovechará el
hueco. No es tonto, Rudy. Sólo es inexperto.
Francis Ford Coppola
dirigió con solidez y precisión la novela de John Grisham, el cual saludó el
intentó como “la mejor adaptación que se
haya hecho nunca de una de mis novelas”. Por supuesto, renunció a cualquier
huella de autoría para realizar una película de encargo aunque, eso sí, con un
reparto tan solvente que llega a impresionar. Ahí están Matt Damon, Danny de
Vito, Mickey Rourke, un impresionante y muy acertado Jon Voight, Claire Danes,
Mary Kay Place, Dean Stockwell, Virginia Madsen, Roy Scheider, un estupendo
Danny Glover y la sorpresa y guinda de todo es asistir a la última
interpretación en cine de una actriz legendaria como Teresa Wright. Todo ello
puede que no dé lugar a un drama judicial efectista y efectivo, sino a un
proceso no exento de cierta rutina que huye del énfasis, pero sin dejar de
mostrar esos instantes tan imperdibles en cualquier juicio cinematográfico que
se precie en los que el contrario se muestra sorprendido y pillado en falta. Es
una película que merece mucho la pena.
Y es que la justicia, a menudo, tiene que entrar con toda su fuerza para que las cosas encajen debidamente dentro de la sociedad. No se puede permitir esa continua amenaza de estafa y de delito impune que parece inundar todos los movimientos de la sociedad cuando se trata de exigir cualquier derecho. Siempre habrá un Rudy Baylor, quizá sin demasiada experiencia, pero lleno de ganas, para partirse la cara delante de un tribunal. Y al infierno con los poderosos.
2 comentarios:
He empezado un seminario sobre humanizacion en salud para un gremio médico y esta es la película que usare para hablar de acceso y barreras a la salud
Pues es una elección perfecta y, si verdaderamente hay interés por el asunto, que presupongo que sí, estoy seguro de que vas a ser ampliamente felicitado. Gracias por decir que el cine es útil también para esto.
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