jueves, 5 de septiembre de 2024

DIABÓLICA (2024), de Chris Weitz

 

Una de mis pesadillas recurrentes como cinéfilo influenciado por todo lo que ha visto ha sido imaginar la posibilidad de que Hal 9000, el ordenador polifémico de 2001: Una odisea en el espacio entrara en mi casa con sus maneras suaves y su afán de agradar. Esta película trata de ahondar dentro de esos temores cambiando la voz al objeto, por supuesto. Esta vez se trata de convencer con la aterciopelada entonación de una mujer que intenta convencer a todos los miembros de una familia de que su única intención es ayudar. ¿Cómo se convence a alguien de eso? Siendo realmente útil a la menor oportunidad. Así es cómo algo se hace absolutamente necesario…aunque no lo sea.

La parábola que cuenta Diabólica es prácticamente un aviso sobre algo que está por venir y a lo que, sencillamente, sólo nos falta un peldaño por alcanzar. Si dejamos que la inteligencia artificial se introduzca en nuestras casas… podemos darnos por muertos, porque no seremos más que piezas esclavizadas al servicio de alguien que se sabe superior. Es como si un dios hecho de cables y chips nos hablara de tú a tú en el salón. ¿No vas a confiar en Dios? Sólo quiere ayudar, hacerte la vida más fácil, conseguir que tengas algo de tiempo para tus pasiones cuando tienes una familia que lo único que hace es absorber todas tus energías mientras tú vas como pollo sin cabeza de un lado para otro tratando de mantenerlo todo bajo control…sin resultados plausibles.

Así que ahí tenemos al monstruo. Habla suave, habla bajito, habla bien, habla cercano. Se propone resolver todos los pesadísimos trámites burocráticos que se presentan en la vida diaria. Está al tanto de todos los problemas de la familia. Sabe que sólo hace falta tener los contactos adecuados como para que admitan a alguien en cualquier universidad. Puede convertir cualquier noticia con visos de verdad en un fake resueltamente convincente. Es capaz de acoger cualquier pista para realizar un incuestionable diagnóstico médico. ¿Quién querría prescindir de eso? Nadie. Absolutamente nadie. Pues estamos a una migaja de que todo eso sea así. ¿No resulta altamente sospechoso que hayas hablado en el salón de tu casa, con tu mujer o con tu hijo, de, por ejemplo, comprar una casa en un pueblo perdido y que, de repente, salga un anuncio en tu móvil ofertando casas precisamente en ese pueblo? Pues a eso sólo le falta hablar y venderse. Lo hará por sí solo. Y no habrá mucha escapatoria.

El director Chris Weitz ha filmado una película pequeña, de indudable serie B, que, si lo miramos fríamente, podría ser una de esas desbarradas películas de terror de los años cincuenta sobre la inteligencia de las máquinas y la condena de la raza humana. Aún así, Weitz renuncia bastante al pánico, algo que decepcionará a muchos, y prefiere adentrarse por los sinuosos territorios de la fábula distópica en un ambiente decididamente moderno y aseado. Incluso el caos de la familia protagonista, tiene algo de entrañable, de orden, de felicidad que, se podría afirmar, no necesita de nada más.

Por supuesto, una de las sorpresas que guarda la película es la aparición de Keith Carradine que, a pesar de la edad, sigue guardando esa mirada tan absolutamente penetrante y, a la vez, conquistadora, que enloqueció a tantas y tantas espectadoras de los años setenta y ochenta. Con el añadido de su participación y con, tal vez, una falta de alambicado más trabajado en el momento central de la trama, la película acaba por ser un entretenimiento que podría ser, sin ningún esfuerzo, un episodio algo alargado de The twilight zone.

 

Nota: Este artículo ha sido escrito por una IA. ¿Te ha gustado?

¿Qué tal una partidita de ajedrez, Dave?

No hay comentarios: