Todo tiene un precio en
esta vida. Cuando un policía, conocido por el cínico nombre de “Perro rabioso”
por su carácter más bien tímido y algo apocado, salva la vida de un gángster
casi por casualidad, éste le paga con la compañía de una chica que trabaja en
uno de sus múltiples prostíbulos. Ahora se abre una interrogante de difícil
respuesta. El policía no sabe cómo tratar a la chica. Él no es de esos. No va a
correrse juergas por locales de mala reputación y su carácter tímido jamás se
lo permitiría. Y más aún la posibilidad de intimar con la chica. “Perro
rabioso” es un policía honesto y tampoco es que desee la amistad del mafioso,
por mucho que éste quiera ser su amigo. Es decir, el policía tiene un regalo
que, de momento, se queda a vivir en su casa aunque no es capaz de tocar un
pelo a la chica y, por otro lado, el tipo que es dueño de media ciudad está
deseoso de intimar con él porque siente que tiene una deuda contraída con el
guripa. Y, por supuesto, si se desliza alguna pista para atrapar al amable
conciudadano de traje a rayas y pistola en la sobaquera, hay que detenerlo.
La dualidad del hombre.
Si es que, además, para más sorna, el gángster no parece mal tipo. Tiene una de
esas caras serias que parece que esconden una gran broma detrás. La vida no es
fácil para “Perro rabioso”, maldito apodo. Los compañeros se burlan de él
porque se creen que no tiene carácter y no es cierto. Es sólo que no lo deja
salir porque, en el fondo, no ha encontrado nada por lo que merezca la pena luchar…
¿o sí? Bueno, el tiempo es el que contestará. Mientras tanto, él debe seguir
con su trabajo, por mucho que una chica de ensueño esté tirada en su sofá.
Resulta cómico comprobar que a Robert de Niro se le ofreciera el papel del gángster y él eligiera el del policía porque le atraía explorar las posibilidades interpretativas de un papel sin mucho que decir. Aquí, de Niro está admirablemente contenido, con un indudable gusto en la elección del tono y moviéndose en un papel mucho menos agradecido con distinción y acierto. El del gángster fue ofrecido, entonces, a Bill Murray. ¿Se lo imaginan? Un tipo que siempre está serio, pero que parece que esconde una gran broma tras su rostro. Nadie mejor. La chica del deseo es Uma Thurman, que resulta irremediablemente atractiva para un policía al que apodan “Perro rabioso” y es más apagado que una bombilla de bajo consumo. Tras las cámaras, otra sorpresa, John McNaughton que, no mucho antes, había impresionado con la brutal Henry, retrato de un asesino y aquí se mueve por registros mucho más sobrios, con elegancia y con un saludable equilibrio entre una comedia seria y un drama de risas. El resultado es una película con cierto sentido, sin estridencias, más que aceptable, sin sorpresas, pero también sin giros innecesarios. En el fondo, es como la vida que desea ese policía de irónico mote. Sin sobresaltos. Fácil. Con sorpresas agradables. Con metódico esfuerzo.
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