Unos enamorados
juguetean en medio del campo cuando un ruido ensordecedor les asusta, como si
fuese una especie de bombardeo. Es una nave espacial terrestre que regresa a
casa. Acaba de atravesar el escudo atmosférico así que sus planchas de metal
están hirviendo y no se puede abrir. El Doctor Quatermass, responsable del
intento científico, acude inmediatamente porque no pueden establecer
comunicación con el interior de la nave. Cuando, por fin, se abre, sólo hay un
superviviente. Y, en ese momento, en el prado de un granjero cualquiera, se
abre una amenaza para toda la Humanidad.
Los médicos y los
científicos están desconcertados. No saben qué ha pasado y la única prueba con
la que pueden indagar es la cámara que filmaba todo lo que ocurría en el
interior de la nave. Y no pueden explicarse lo que ven. Parece que el espacio,
en el fondo, no quiere la presencia del ser humano y decide introducir una
especie de virus para que se inicie una peligrosa metamorfosis. Hay que luchar
contra ello con todo lo posible porque ese virus o lo que sea, puede que
infecte a todo el planeta en apenas un par de días. Tiene una fuerza inusual y
utiliza al ser humano como nido. El Doctor Quatermass cree que su experimento
ha sido un éxito porque ha conseguido traer a la nave de vuelta a la Tierra,
pero es el primero que se pone al frente de la resistencia humana contra esa
criatura que se va desarrollando con el físico de un vegetal que piensa,
destruye y avanza. La amenaza está servida. Quatermass no cree en ningún
momento que todo lo que ha hecho sea un error aunque es el primero en ponerse
en primera línea. Todo avance científico es un avance para la Humanidad, aunque
las consecuencias sean tan graves como las que parecen avecinarse con esa planta
tentacular. El terror puede ser el peor veneno para organizar una defensa. Y
hay que luchar contra el descubrimiento.
Val Guest dirigió esta
película dentro de los terrenos de la serie B y consiguió una historia mítica
al mismo nivel que otros intentos de similar factura como las maravillosas La mosca o La Humanidad en peligro o El
increíble hombre menguante. No cabe juzgar estas películas por sus
incipientes y toscos trucos de efectos especiales, sino por la imaginación que
desplegaban con muy pocos medios, ofreciendo un producto de calidad que, en sí
mismo, se sabía levemente ridículo. Brian Donlevy, además, fue un actor de
probada solvencia que incorpora con tremenda convicción al Doctor Quatermass,
protagonista dual de la historia, que se debate en fijar un precio para
cualquier descubrimiento científico o exterminar toda amenaza que pueda acabar
con la vida tal y como se conocía. El resultado es divertido, muy lejano al
terror, pero que funciona excepcionalmente bien como película de aventuras con
criatura algo grotesca, recogiendo el testigo del mejor Jacques Tourneur,
dejando muchas suposiciones al arte de la sugerencia y poniendo una de los
primeros cimientos para esa colección de películas de terror que nos regaló la
mítica productora de la Hammer. Merece la pena.
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