Cuando sonreía, el cine
era un lugar mucho más bonito en el que vivir. Cuando actuaba, la vida se
mostraba con la naturalidad y el enganche de una realidad no siempre agradable.
Gena Rowlands era una de esas grandes actrices sobre la que es muy difícil
escribir, porque nunca se puede abarcar suficientemente a una mujer que
destilaba atractivo, derrochaba talento y exhibía siempre una inteligencia
serena, sin ira y arrebatadoramente elegante.
Gena Rowlands madura en
el medio televisivo. Interviene en muchos episodios y obras de teatro rodadas
en directo y ahí se hace mucho carácter, mucho peso. Su primera aparición
importante en el cine fue en Los
valientes andan solos en el principal papel femenino aunque netamente
secundario. Según Kirk Douglas “fue una
buena película que no dio dinero” y que sirvió para afianzar la categoría
de Dalton Trumbo en la historia de un vaquero que no quiere adaptarse a la
modernidad de las carreteras, de los coches, de las prisas y de los aviones
surcando el cielo. Su encuentro con Gena, como no podía ser de otra forma, es
sereno y, en apenas unos minutos, sabemos que ella sintió algo por él, pero que
prefirió asentarse, tener un hogar y asirse a la seguridad de un hombre que
estuviese junto a ella siempre.
Robert Mulligan la
reclama para emparejarla con Rock Hudson en la notable Camino de la jungla, una de las películas más atípicas de su
director. Trabaja por primera vez en el cine bajo la dirección de su marido,
John Cassavettes, en la discutida Ángeles
sin paraíso, una película sobre el retraso mental infantil, sobre la
imposibilidad de algunos padres en aceptarla y sobre el esfuerzo de algunos
educadores por integrarlos en una niñez feliz. Una de esas madres, que quiere
por encima de todo a su hijo, es ella. Al mismo tiempo, tiene que bregar con la
obcecación de su marido, que no puede asumir que el niño no es como los demás.
Sigue colaborando en
los más diversos programas televisivos mientras afianza su matrimonio con
Cassavettes. Según ella, su primera cita fue un absoluto desastre porque no
tenían nada en común. Él se enamoró tanto que se leyó tres o cuatro libros y, a
continuación volvió a llamarla. Gena no quiso saber nada, pero quedó
agradablemente sorprendida cuando el actor le dijo: “Mira, es que me gustaste tanto, que he leído tres o cuatro libros para
poder discutirlos contigo”. Ahí nació una historia de amor que duró hasta
el fallecimiento de John Cassavettes.
Desempeña un papel
fundamental, aunque breve, en la más que aceptable Hampa dorada, de Gordon Douglas, a mayor gloria de Frank Sinatra y
Cassavettes la vuelve a dirigir en una de sus películas más personales en Rostros. En 1974, su marido la invita a
ser la protagonista de un título que ha pasado a la historia por la
impresionante interpretación de Gena Rowlands. Se trata de Una mujer bajo la influencia, un retrato demoledor sobre un ama de
casa que resbala peligrosamente por la pendiente de la locura a causa de sus
frustraciones y de sus obligaciones y de un mundo que, sencillamente, pasa de
larga ante ella. Gena Rowlands consiguió una merecidísima nominación al Oscar
por su actuación y, posiblemente, sea la mejor de toda su carrera.
Aunque no comparte
escena en ningún momento con John Cassavettes, ambos intervienen en Pánico en el estadio, de Larry Peerce.
Ella es parte del público del estadio donde se disputa la Super Bowl y que
desea casarse con un hombre que ha huido siempre del compromiso, interpretado
por David Janssen. La película podría inscribirse en el cine de catástrofes de
los setenta con la premisa de un francotirador instalado en un lugar elevado
del Coliseo de Los Ángeles seleccionando al azar las víctimas a las que quiere
disparar. Naturalmente, el pánico estalla entre la multitud y las taquillas
respondieron de forma discreta porque el público no quería saber nada de un
loco matando gente en la Super Bowl.
A continuación, otro de
sus grandes papeles. Opening Night
estaba dirigida y coprotagonizada por John Cassavettes y en ella Gena Rowlands
interpreta a una primera actriz de teatro que se queda impresionada por la
muerte de una de sus admiradoras. A partir de ese momento, la obra que está
ensayando se encalla, no avanza y ella entra en una crisis existencial que va
acabando con ella. Posiblemente, sea la mejor película que John Cassavettes
hiciera nunca como director.
Consigue su segunda
nominación al Oscar con otra película dirigida por su marido, Gloria, en el papel de la amante de un
mafioso que ya ha pasado su mejor momento y que decide rebelarse contra
aquellos que la han despreciado y usado sistemáticamente con la excusa de
proteger a un niño que ha sido testigo de un asesinato. Gena Rowlands aquí hace
una exhibición de fuerza interpretativa, de mujer con agallas, que, a pesar de
que tiene miedo, lo supera de una forma poderosa y decidida. Una grandísima
interpretación.
Otra película destacaba
con Cassavettes detrás de las cámaras es Corrientes
de amor, pero justo después, realiza otra interpretación portentosa en una
de las películas menos reconocidas de Woody Allen, Otra mujer. Con inspiración en Ingmar Bergman, resulta apasionante ir
descubriendo lo que se oculta tras la fachada de su personaje en sus sucesivas
consultas al psiquiatra mientras otra mujer escucha por casualidad sus
conversaciones y se ve reflejada en ella. Una obra llena de exquisita
sensibilidad.
Resulta divertida al
lado de Richard Dreyfuss en esa película tan poco conocida, pero más que
aceptable que es Querido intruso y
pasea su elegancia con una clase extraordinaria en el episodio que le toca en
suerte de Noche en la Tierra, bajo la
dirección de Jim Jarmusch y al lado de Wynona Ryder. Aquel mismo año, fallece
John Cassavettes de una cirrosis. Desde ese momento, Gena Rowlands decide
seguir actuando, pero rebaja de forma considerable la intensidad de su inmenso
talento aunque aún dejara trabajos interesantes en películas como The weekend o Jugando con el corazón.
Aún nos dejaría una
joya de la mano de su hijo, Nick. Actuó gratis para él en El diario de Noa en la complicada piel de una mujer con Alzheimer
que no recuerda la extraordinaria historia de amor que pudo vivir junto a su
pareja. ¿Quieren observar de cerca el arte de una actriz como Gena Rowlands?
Fíjense en el momento en que ella vuelve de las tinieblas durante unos minutos
y recuerda junto al hombre de su vida lo que han sido el uno para el otro. Y,
posteriormente, ese regreso repentino y tajante al olvido, a la nada, porque al
fin y al cabo, somos lo que recordamos.
Gena Rowlands fue galardonada con un Oscar especial por su inmensa contribución al arte interpretativo: “Nunca pensé que llegaría a tener uno. Ahora que lo tengo, pienso que es horriblemente agradable tenerlo”, y no dejó de dar lecciones sobre cómo se debía actuar. Sin acompañarse nunca del oropel de Hollywood, o de la sofisticación propia de las estrellas. Ella era una actriz. Siempre quiso serlo. Y, como la recordamos, sabemos que lo fue.
2 comentarios:
¿Estamos de acuerdo con que la interpretación de "Una mujer bajo la influencia" es una de las mejores interpretaciones de la historia? Y luego ya está todo lo demás. En el caso de algunos actores y actrices, incluso los mitos más sagrados, a veces ves primero al intérprete y luego al personaje. Con Gena siempre veías siempre al personaje.
Abrazos de bienvenida al curso.
Sin duda, sí estamos de acuerdo. Es increíble su interpretación en "Una mujer bajo la influencia". Más allá de eso, hay que reconocer que Gena era capaz de impresionar sólo con su presencia. Tenía eso que es tan difícil de explicar y que sólo unos pocos tienes. Dentro de sus registros extraordinarios era capaz de hacer de una mujer fortísima, de vuelta de todo, que pretende vengarse a su manera de todos aquellos que la han intentado manosear en "Gloria" y, a la vez, consigue esa mujer frágil, al borde del abismo, en un recorrido vital cuesta abajo y sin frenos que hace que "Una mujer bajo la influencia" sea una interpretación para la historia.
Con Gena veías siempre al personaje. Y te quedabas con la impresión de que habías visto a una actriz que era algo más.
Abrazos de recibimiento al curso.
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