Oskar decide no crecer
porque desea conservar para siempre su mirada de niño, por muy inteligente que
sea. A veces, no puede expresarse y, cuando algo le parece mal, toca su tambor
de hojalata. Puede que no le guste observar que en el vecindario hay una
especie de connivencia con el orden impuesto. O, tal vez, está harto del
conformismo de sus padres que sólo quieren vivir con tranquilidad en alguna
ciudad perdida de Alemania. La ira de Oskar se expresa sólo a través del tambor
e, incluso, en ocasiones, desde lo alto de un campanario. Allí puede tocar el
tambor todo lo que quiera porque nadie le va a escuchar. Oskar, al fin y al
cabo, sabe que abajo, entre la gente normal, tampoco le prestan atención. Así
que la catástrofe va a continuar y Oskar tendrá que ser testigo de lo que nadie
quiere ver, pero que, al mismo tiempo, es lo que todo el mundo ha permitido.
Por otro lado, anclarse
en los tres años no deja de tener ciertos inconvenientes. En todo lo demás,
Oskar crece y cuando llega la hora de descubrir el sexo, sigue teniendo
físicamente tres años. Sin embargo, está en la pubertad y desea probar algo
que, en apariencia, resulta bueno y placentero. No todo en la vida va a ser una
mirada cáustica sobre lo que está pasando. Entre lo grotesco y lo sincero, lo
caótico y lo hermoso, Oskar deberá aprender por sí solo cuál es la diferencia
entre el amor y el odio mientras se encierra en un cuerpo de tres años. Todo
debe confinarse en las inquietudes propias de la misma libertad que representa
ese niño que no deja de tocar el tambor.
Volker Schlöndorff
dirigió esta difícil adaptación del original literario de Gunther Grass con las
ideas muy claras, ideando posiciones de cámara que reflejasen estados de ánimo
y pudiesen soslayar las dificultades que presentaba el mismo personaje central,
interpretado en todo momento por un niño de doce años que acaba por ser un
excelente actor, David Bennent. A su alrededor se mueve la convulsa Alemania,
extraordinariamente bien retratada, y los avatares vitales de su propia
familia, encabezada por Mario Adorf y Angela Winkler. El resultado es una
mirada hacia el surrealismo de la propia historia vista por un niño que es
adulto y que, a la vez, no pierde en ningún momento sus ansias de inocencia, de
querer ser ignorante de ese mundo de adultos que no hace más que estropear las
cosas. Si todos hiciésemos como Oskar y tocáramos el tambor cuando comprobamos
que nadie hace nada por impedir la injusticia, el mundo sería un lugar
insoportablemente ensordecedor.
Así que es el momento de mirar a Oskar a la cara y decirle bien a las claras qué es lo que estamos dispuestos a hacer con tal de que nadie nos arrebate nuestro derecho inalienable a ser libres y a conseguir que los demás también lo sean. Y esta vez no es una cuestión de política, o de votos, o de sesgos ideológicos. Esta vez es simplemente una cuestión de conciencia.
2 comentarios:
Gran película, porque además, como tu dices no era nada fácil adaptar el libro de Grass. Schlöndorf es el cineasta que mejor ha sabido plasmar en pantalla el trauma que supone el nazismo para la generación que convivió con el y la posterior. Películas como "El ogro" o "El joven Törless" lo corroboran, a pesar de que también me vienen a la cabeza Hanneke ("La cinta blanca") o Fosse ("Cabaret"). Por cierto, que el otro día vi "Soy una cámara" y menuda decepción.
Abrazos gritando.
Sí, la verdad, yo ya vi hace tiempo "Soy una cámara", basada en el "Adiós a Berlín", de Christopher Isherwood y me decepcionó bastante salvo por el estupendo trabajo que hace Julie Harris. Bob Fosse lo mejoró (ya sé que había versión teatral anterior) y lo mejoró mucho.
En cuanto a Schlöndorff tengo que decir que "El joven Törless" creo que guarda muchos puntos de contacto con "La cinta blanca" pero que, sin embargo, "El ogro" me parece bastante mediocre. Y tiene otra película que a mí me parece notable como es "El honor perdido de Katharina Blum". Un realizador muy interesante que trabajó como ayudante de dirección de Louis Malle o de Jean Pierre Melville, por ejemplo y que se casó con una mujer que también me parece muy interesante en las películas que ha dirigido como Margarethe Von Trotta (no la encontraréis en ninguna de las listas de las feministas de turno).
Abrazos de parto.
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