De
todos los enemigos de la penumbra, el Diablo es el más escurridizo y el más
listo. Para enfrentarse a él hay que tener un corazón fuerte y una voluntad de
hierro. La determinación será un arma definitiva porque una de sus tácticas
preferidas es el desgaste hasta la locura. Y, de nuevo, tenemos al matrimonio
Warren haciéndole frente sin descanso. Todo comienza con un exorcismo. Todo
termina con la purificación. Entre medias, lo tenso y un uso poco corriente de
la lógica será la contraseña. Al diablo, ni agua.
Y es que, en esta
ocasión, duele especialmente como el príncipe de las tinieblas se introduce en
cuerpos inocentes, obligándoles al infierno en vida, cegando su visión y manejando
sus voluntades hacia lo sobrenatural. Se crean puentes imposibles basándose en
hechos que no son demasiado convincentes, pero, aún así, se sigue a los Warren
igual que unos fanáticos del deporte. Quieres que ganen. Quieres que ganen
definitivamente. Quieres que ganen definitivamente al peor de los rivales.
Vera Farmiga, en esta
ocasión, supera con creces el trabajo de Patrick Wilson. Está mucho más al
borde del abismo, coqueteando peligrosamente con el otro lado y colocándose en
el lugar de los propiciadores y de las víctimas. Sabe que todo es obra de un
conjuro que invoca la presencia etérea y discutible del demonio y le hace
frente no sólo con valentía, sino también con la lágrima y el sufrimiento. En
este tercer expediente, los sustos bajan de intensidad en beneficio de
situaciones más alargadas aunque hay dos o tres que merecen la pena. Se trata
de enfrentarse cara a cara con Lucifer. Y, normalmente, va de frente así que es
mejor que el combate sea muy directo.
Por supuesto, no faltan
los ejercicios de contorsiones imposibles tan extraordinariamente típico del
cine de terror o sobrenatural de los últimos años, homenajes muy evidentes a El exorcista, de William Friedkin, viajes
bañados en sangre, condenas que, bajo la razón humana, no se pueden evitar y
obsesiones que buscan su descanso. Quizá, si alguien se lo pregunta, es el peor
de los expedientes, pero se acepta sin dificultades, no tiene tantos
retorcimientos en la batalla contra el malvado y también existe la seguridad de
que, en medio del caos y de la desesperación que siembra Satanás, la mejor
solución, la única solución es el amor. Sí, es eso que tanto se escapa por las
rendijas de nuestra carne y que, en la mayoría de las ocasiones, no sabemos
reconocer y que no es, ni mucho menos, nuestra debilidad. Todo lo contrario. Es
nuestra fortaleza.
Así que volvamos a la habitación de los recuerdos del matrimonio Warren, mantengamos la seguridad de que, de alguna manera, el demonio existe y se mueve entre nosotros, no bajemos la guardia. Puede que, en algún momento, nos obligue a hacer algo que no forma parte de nuestra forma de ser. Si es así, es mucho más fácil de reconocer. El conjuro que lo hace presente debe ser quebrado definitivamente. Y eso sólo lo podremos conseguir si mantenemos la mente firme y clara, el corazón latente, la voluntad incólume, la mirada limpia y la fuerza intacta. Puede que, en algún lugar de nuestra memoria, haya un templete indicándonos el rumbo que jamás tenemos que perder. Y, a partir de ahí, vivir, a pesar de los deseos del demonio, siempre merecerá la pena. Estará escrito en los pliegues de nuestra alma, en las arrugas de nuestra experiencia y en los movimientos de nuestras manos.
4 comentarios:
Siempre me ha gustado el personaje de Vera Farmiga, en todas las películas, como una mezcla de hierro y terciopelo. Si se me aparece el diablo, me gustaría tener a mi lado a una guerrera como ella.
Es que es el mejor personaje de largo. Viendo las distintas películas de la serie siempre me he preguntado de dónde saca el valor para hacer esos viajes mentales que hace. Y ella, Vera Farmiga, hay que reconocerlo, lo hace bastante bien.
Siii,ella es muy valiente, es un tipo de personaje que siempre me ha atraído en las películas de terror; el individuo común y corriente que permanece ecuánime y se impone serenidad, aunque lo carcoma el miedo y sepa que su destino es incierto. Un poco como el protagonista de la serie Paranormal, de Netflix.
Sí, es muy valiente, pero (y esto creo que es un mérito de Farmiga) no deja de traslucir que tiene miedo, como bien indicas. Ése es el enorme mérito de su personaje. Además, no sólo tiene miedo de lo que puede ver en sus viajes, sino miedo de que su don la condene al peor de los castigos. Es un lado que, creo, es muy interesante en todas estas historias de los Warren.
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