viernes, 13 de mayo de 2022

ESCÁNDALO EN EL PLATÓ (1991), de Michael Hoffman

La vida, en el fondo, es una jabonera. Es resbaladiza, difícil de aprehender, saltarina, burbujeante, algo estúpida y bastante bromista. La idea, naturalmente, es convertir el plató de un culebrón televisivo en un culebrón en sí mismo. Y ahí se ponen en juego un buen puñado de envidias, torceduras mentales, traiciones, sonrisas falsas y regresos inesperados. Todo vale con tal de conseguir lo que se ansía. En el caso de uno de los productores, pasar una noche inolvidable al lado de la chica que hace el papel de la enfermera. En el caso de la enfermera, echar de una vez a la ya caduca protagonista para hacerse con el papel principal de ese culebrón que parece no acabar nunca de tanto giro limítrofe con lo fronterizo. Para ello, el primer y fundamental paso es traerse a ese tipo que fue despedido hace algunos años porque se peleó con la protagonista y ahora va de actor de prestigio representando La muerte de un viajante para un auditorio con una media de edad por encima de los noventa y dos años en la soleada Florida. Todo un renacimiento para que el culebrón, como no podía ser menos, retome viejos argumentos que ayuden a que la conspiración llegue a buen puerto.

Sin embargo, es demasiado barco para tan poca agua. Por allí anda una guionista que intenta poner orden, aunque sea ínfimo, en la trama. Por el otro lado deambula una chica que quiere abrirse paso en el mundo de la interpretación y lo mismo tiene algo más que ver con algún miembro del reparto. Los índices de audiencia no dejan de estar presentes en cada emisión de un capítulo nuevo y, por supuesto y como no podía ser menos, habrá el consabido episodio en directo en el que se van a hacer más revelaciones que en la Biblia. Y con la medicina de por medio. No se puede pedir más. No se puede dejar de rodar. Ya hay un escándalo en el plató que cuadra perfectamente con el escándalo de la serie. Y si hay alguna incoherencia, da lo mismo. Esta televisión no está hecha para seres inteligentes.

Michael Hoffman dirige con un cierto aire de sit com este enredo con un reparto excepcional con Kevin Kline, Sally Field, Elisabeth Shue, Whoopi Goldberg, Cathy Moriarty, Robert Downey, Teri Hatcher y Carrie Fisher. El resultado es una película ágil, con ciertos diálogos de ingenio, con algún que otro fleco suelto con hebras de descuido, pero divertido y sin pretensiones. Al fin y al cabo, se trata de hacer una comedia sobre el atribulado mundo televisivo que va a la caza de audiencia a cualquier precio y con un repertorio añadido de ambiciones en cualquier programa que tenga un éxito basura.

Así que sintonicen bien sus televisores. Aquí va a haber jabón a mansalva. Quien es, no es y, sin embargo, dice que lo es. Los egoísmos, poco a poco, van despegando de la realidad y no es fácil mantener la cabeza en un mundo en el que se improvisa el guión cada día, se cambian los focos con la facilidad de la última portada de revista y las cámaras están colocadas por niños de jardín de infancia. Ríanse y sálvense.

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