La vida, en el fondo,
es una jabonera. Es resbaladiza, difícil de aprehender, saltarina, burbujeante,
algo estúpida y bastante bromista. La idea, naturalmente, es convertir el plató
de un culebrón televisivo en un culebrón en sí mismo. Y ahí se ponen en juego
un buen puñado de envidias, torceduras mentales, traiciones, sonrisas falsas y
regresos inesperados. Todo vale con tal de conseguir lo que se ansía. En el
caso de uno de los productores, pasar una noche inolvidable al lado de la chica
que hace el papel de la enfermera. En el caso de la enfermera, echar de una vez
a la ya caduca protagonista para hacerse con el papel principal de ese culebrón
que parece no acabar nunca de tanto giro limítrofe con lo fronterizo. Para
ello, el primer y fundamental paso es traerse a ese tipo que fue despedido hace
algunos años porque se peleó con la protagonista y ahora va de actor de
prestigio representando La muerte de un
viajante para un auditorio con una media de edad por encima de los noventa
y dos años en la soleada Florida. Todo un renacimiento para que el culebrón,
como no podía ser menos, retome viejos argumentos que ayuden a que la
conspiración llegue a buen puerto.
Sin embargo, es
demasiado barco para tan poca agua. Por allí anda una guionista que intenta
poner orden, aunque sea ínfimo, en la trama. Por el otro lado deambula una
chica que quiere abrirse paso en el mundo de la interpretación y lo mismo tiene
algo más que ver con algún miembro del reparto. Los índices de audiencia no
dejan de estar presentes en cada emisión de un capítulo nuevo y, por supuesto y
como no podía ser menos, habrá el consabido episodio en directo en el que se
van a hacer más revelaciones que en la Biblia. Y con la medicina de por medio.
No se puede pedir más. No se puede dejar de rodar. Ya hay un escándalo en el
plató que cuadra perfectamente con el escándalo de la serie. Y si hay alguna
incoherencia, da lo mismo. Esta televisión no está hecha para seres
inteligentes.
Michael Hoffman dirige
con un cierto aire de sit com este
enredo con un reparto excepcional con Kevin Kline, Sally Field, Elisabeth Shue,
Whoopi Goldberg, Cathy Moriarty, Robert Downey, Teri Hatcher y Carrie Fisher.
El resultado es una película ágil, con ciertos diálogos de ingenio, con algún
que otro fleco suelto con hebras de descuido, pero divertido y sin
pretensiones. Al fin y al cabo, se trata de hacer una comedia sobre el
atribulado mundo televisivo que va a la caza de audiencia a cualquier precio y
con un repertorio añadido de ambiciones en cualquier programa que tenga un
éxito basura.
Así que sintonicen bien
sus televisores. Aquí va a haber jabón a mansalva. Quien es, no es y, sin
embargo, dice que lo es. Los egoísmos, poco a poco, van despegando de la
realidad y no es fácil mantener la cabeza en un mundo en el que se improvisa el
guión cada día, se cambian los focos con la facilidad de la última portada de
revista y las cámaras están colocadas por niños de jardín de infancia. Ríanse y
sálvense.
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