martes, 3 de mayo de 2022

MUCHO RUIDO Y POCAS NUECES (1993), de Kenneth Branagh

 

Sigh no more, ladies, sigh no more,

Men were deceives ever,

One foot in sea and one on shore

To one thing constant never.

Then sigh not so,

But let them go,

And be you blithe,

And bonny,

Converting all your sounds of vow,

Into hey nonny, nonny.

Así que no penéis bellas damas, no penéis más. Y menos por el hombre caprichoso que mantiene un pie en el mar y el otro en la orilla. El amor es el único reposo posible para el guerrero y en una villa de la Toscana, se pondrá en juego la pasión, la envidia, lo imposible y la inquina. Todo para que, como no podía ser menos, sólo haya mucho ruido y pocas nueces. A veces, ser el más brillante dialécticamente no compensa demasiado y hay que dar un empujoncito a los instintos más escondidos para que salga a la luz toda la pasión que guardan los bien criados bajo el fuego del deseo. La fiesta, el jolgorio, los disfraces, que también servirán para que la maldad pase desapercibida, los chascarrillos de ingenio, las situaciones de enredo, la comedia de la vida, en fin, será el argumento de todo. Y no lo olviden, señorías, yo soy un burro.

No cabe duda de que no hay más ciego que el que no quiere ver, y los que no desean la felicidad ajena son aquellos que están demasiado amargados como para darse cuenta de que no es muy frecuente, pero existe. Quizá en un palacete, o en unos túneles, o en unos jardines de día luminoso y noche pecaminosa. Las voces resuenan con versos de inmortalidad y es posible que mañana sea otro amanecer, con la sensación de que el alma se ha limpiado con el paso de la miseria. Por supuesto, habrá quien es más maduro, habrá quien no dé su brazo a torcer a pesar de intuir que su destino está escrito y habrá quien se resista a unirse a la fiesta final de baile y alegría porque, por una vez, esto no es una tragedia, sino una comedia donde habita la belleza, la ternura, la risa y la sonrisa, rara vez maridada, y la agudeza de unos personajes que valdrían para evadir toda sombra sobre el rostro. Ah, y no lo olviden, señorías…yo soy un burro.

Kenneth Branagh dirigió con enorme sensibilidad y tono festivo, algo no muy habitual, una obra de Shakespeare, con un reparto en el que, si bien choca la elección de Denzel Washington como don Pedro de Aragón, no cabe duda de que proporciona la oportunidad de disfrutar del actor dentro del clasicismo y salir airoso del envite. A su lado, todo un reparto de probada competencia con Michael Keaton, Emma Thompson, Kate Beckinsale, Robert Sean Leonard, Keanu Reeves y los inseparables y siempre competentes Richard Briers y Brian Blessed enmarcando todos los juegos de palabras e ingenios propios del bardo de Stratford-upon-Avon. El resultado es una magnífica película, divertida, hilarante, ágil, tremenda, enredada, descarada y contagiosa. Porque, al fin y al cabo, señorías, yo soy un burro y me entretengo con estas cosas. No lo olviden. Yo…soy…un…burro….

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