martes, 30 de mayo de 2023

A MERCED DEL ODIO (1965), de Seth Holt

 

Esta es la muestra de que un argumento no tiene por qué ser complicado para causar una tensión cercana al horror. Al fin y al cabo, el trabajo de niñera siempre es muy delicado y más cuando se trata de cuidar a un niño de diez años que puede oscilar entre la insolencia más despreciable o la perturbación mental. Es cierto que, además, suele ser la testigo silenciosa de las miserias que pueden ocurrir dentro del núcleo familiar en el que sirve. Un padre despreocupado, una madre al borde de la neurosis, una niña adorable…Hay que moverse en un espacio muy estrecho para mantener la impasibilidad mientras el niño progresa en sus problemas. Puede que una tragedia se esconda entre las paredes de esa casa, con su correspondiente trauma. Y eso se puede aclarar. La niñera es eficiente, es servicial…y no es nada tonta.

La atmósfera se vicia paulatinamente. El gris domina en todos los actos. La rutina preside todos los movimientos de la empleada que se muestra exageradamente correcta y dedicada. Y el odio, naturalmente, empieza a crecer. A pesar de su impecable comportamiento, el niño trata de culpabilizar a la niñera volviéndose, cada vez, más agresivo e incontrolable. Puede que ella fuera la responsable de la tragedia. La tensión se mantiene. Se vuelve casi inaguantable. La niñera sigue escondiéndose detrás de su máscara de eficiencia aunque intuye que está en peligro. Todo está contado con cierta parsimonia y se incluye, con inteligencia, una acerada crítica a cierta clase social británica, atrincherada en su vida cómoda e incapaz de afrontar los problemas. La verdad se esconde tras las cortinas. La maldad persiste. Y puede asumir las formas y maneras de un niño.

Bette Davis está inmensa en el papel de la niñera, dando los matices adecuados dentro de un registro estoico, que mantiene dentro de la impasibilidad, pero con sutiles pistas de la tormenta emocional que se desencadena en su interior. No cabe duda de que la mítica productora Hammer quiso explotar el éxito de Davis en sus películas anteriores como ¿Qué fue de Baby Jane? y Canción de cuna para un cadáver e, incluso, se aleja de su estilo de terror evidente para sumergirse en el pánico psicológico, muy bien mantenido por el director Seth Holt y por el guión de Jimmy Sangster. En realidad, con menos medios, A merced del odio podría competir perfectamente con las dos anteriores y no saldría perdiendo con alguna.

Así que hay que estar preparados para asumir esa especie de sombra pesada que se instala en las cejas cuando hay algo que inquieta sin llegar a asustar. Toda palabra se dice como un dardo. Toda reacción tiene una causa. Y el espectador debe entrar en el juego y moverse entre esas habitaciones, entre ese muestrario de neurosis en el que se ha convertido un hogar que no puede asumir una pérdida irreparable. La felicidad se esfuma demasiado rápidamente y el alma humana se apresura en buscar culpables para dar algo de descanso a la conciencia. Por eso, es mejor dejar a los niños al cuidado de la niñera. Ella sabrá lo que hay que hacer.

No hay comentarios: